domingo, 5 de mayo de 2013

LA SUBIDA


 O el retorno del Nazareno a su ermita. Se acerca la festividad más entrañable de la villa, cuyo sentimiento y fundamento histórico llevan en su corazón todos los  javienses. Se basa la devoción a Jesús Nazareno, en la protección que prestó a la población en el año 1854, al preservarle de la enfermedad del cólera morbo asiático que se desató, y que causó una gran mortandad en el país. Obrado el prodigio de librarnos de la terrible enfermedad mortal, el pueblo,  agradecido a su “amable protector” según reza el himno en su honor, le acompañó en solemne procesión de despedida hacia su destino en el Calvario.
Ha transcurrido siglo y medio desde el acontecimiento, que originó la idea de la bajada del Nazareno y la fiesta de la despedida que suponía la subida del mismo a su morada. Hoy, la fiesta conserva a pesar de todas las transformaciones, cambios sociales y políticos, el mismo sentido religioso que animó a nuestros antepasados a homenajear al Nazareno. La conmemoración tiene un profundo calado religioso en la conciencia popular, que tiene mucha fe en Jesús Nazareno,  y una gran veneración hacia el mismo. Recordando tiempos de los años 40-50 del siglo pasado, cuando el Nazareno realizaba su bajada al pueblo, las fiestas organizadas en su honor tenían dos componentes diferenciados:  el aspecto religioso, de carácter devocional y el aspecto lúdico o profano, de la llamada entonces “fiesta cívica”, que incluía,  “el bous al carrer” por el  casco antiguo. El aspecto religioso de la fiesta tenía mucho arraigo en el pueblo.  En esa época, alentados por el espíritu religioso, por el hecho de ser la religión católica, apostólica y romana la religión oficial del Estado, nos infundían ideas y devociones religiosas. Lo mismo nos hacían en la política, en donde  nos adoctrinaban en ese campo. Igual vibrábamos cantando el Cara al Sol,  que entonando el himno al Nazareno. Divino Nazareno/, de Jávea excelso honor/, sed siempre de amor lleno/, su amable protector. Jávea, a quien mil favores, prestó vuestro poder/, inciensos y loores/, justo será que os dé…. La parte religiosa, se centraba en la celebración de la novena, en la que todo el pueblo se congregaba en el templo de San Bartolomé. Hombres y mujeres, chicos y chicas, debidamente separados en el interior de la iglesia, acudíamos con ilusión a esta práctica devota, en donde el acto religioso emocionaba, con sermones vibrantes, que culminaban con el cántico fervoroso del himno, amenizado con el armonio interpretado por el profesor de música Miguel Benavent. Los jóvenes, a continuación acudíamos al baile en la plaza de Baix,  en donde una orquestina sustituía al armonio de la iglesia y la separación de sexos se convertía en ansias de arrimo. El ambiente social  de aquellos lejanos tiempos, nos incitaba y nos invitaba a acudir a la novena. Se hacía con gusto y sin exigencias de nuestros mayores. Todo entraba en la diversión de la época.
Quiero comentar en estas páginas las curiosas incidencias, de la subida del año pasado. Cuando el Nazareno, a hombros de los cofrades, había completado el itinerario callejero por el pueblo, vitoreado desde los balcones con lluvia de pétalos, al iniciar las zigzagueantes rampas de las estaciones del vía crucis, los faroles del trono del Nazareno se apagaron de repente, dejando en total oscuridad a toda la multitud que seguía la procesión. La curia parroquial y las fuerzas vivas que iban detrás de las andas, se hicieron invisibles. Los músicos dejaron de tocar, al hacerse ciegas sus partituras. Se produjo una ligera confusión, y la gente empezó a desfilar, a tientas,  hacia sus casas mientras el Nazareno subía a oscuras. Los escasos cirios que quedaban sirvieron para alumbrar el regreso. Las mujeres se descalzaban, no por acto penitencial, sino para no caer de sus tacones. ¿Qué pasaba, se preguntaban todos? Pues que la crisis hizo mella en las baterías eléctricas que alimentaban las luces del Nazareno.  ¡Se agotaron! Me pareció oír la voz del Nazareno que decía,  “Amado pueblo, ya estoy llegando a casa, y me conozco el camino, os agradezco vuestra compañía, cariño y devoción. Regresad a vuestras casas porque, ya veis que he tenido que apagar luces antes de llegar, debido a ésta crisis. Volved el año que viene, a ver si con un poco de suerte podemos tener  más luz.” ¡Y es que la crisis no respeta ni al Nazareno!

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