Tengo un amigo que anda estos días
tratando deshacerse (vender o regalar) de una antigua sillería heredada de
algún pariente y no encuentra donde colocarla. Ni se la compran ni nadie la
quiere regalada. Se trata de muebles viejos que en su día formaron parte del
entorno familiar de nuestros antepasados. La comodidad del cuerpo tiene en el
mobiliario sus modas que han ido evolucionando con el paso de los años.
En las antiguas fotos de cartón, donde se recogen las poses de nuestros
abuelos, vemos que aparecen fotografiados en los momentos estelares de sus
vidas, (bautizo, primera comunión y casamiento), en donde los retratados
aparecen en posiciones rígidas, y firmes, carentes de confort, debido a la
severidad e incomodidad del mobiliario, y faltos de sonrisas por la alegría del
acontecimiento. Eran sillas y sillones austeros, de asientos duros y respaldos
rígidos, que incitaban a una postura solemne y poco relajada. La historia de la
silla y sillones, en general, ha tenido más trayectoria social que los modernos y relajantes sofás de
ahora. Siempre se ha hablado de estilos de sillerías referidos a épocas,
reinados, imperios…Así, tenemos sillas y otros muebles de estilo isabelino,
inglés , imperio, Luís XV, Luís XVI…, etc. y otros personajes históricos que
han dado nombre al antiguo mobiliario. El cuerpo siempre se ha adaptado al
mueble existente en la época. La comodidad corporal ha evolucionado como todo.
Esta comodidad viene determinada por la posición y colocación de las posaderas
(vulgo culo, para hablar claro). En asientos duros, la persona está incomoda y
se remueve en los mismos buscando la posición más idónea para el descanso. Recuerdo
que en los años 40-50 del siglo pasado, la sala del cine Espinós, estaba
compuesta de butacas de madera que ponían a prueba el trasero de los
espectadores, sobre todo cuando se trataba de largometrajes como “Lo que el viento se llevó”., proyectada en
1955. .
Las sillerías antiguas,
compuestas de sillas, sillones y sofás de nuestros abuelos, con reposa-brazos y respaldos rematados con
artísticos trabajos de ebanistería, más
que utilidad práctica, servían como adorno del salón, y formando parte de la
estructura señorial del mismo. No eran las sillerías muebles confortables, sino
de presunción. Recuerdo que en casa de mi tía abuela Josefina (la llamada “casa
de la señoreta Josefina”, en el carrer Roques) en la sala donde ella, (que era
soltera), y su sirvienta “hacían la vida” y recibían las visitas de familiares
y amistades, había una sillería para
cumplimentar a las visitantes de postín (el médico, el cura y alguna que otra monja
o fraile postulante). Esta sillería, con su carga de incomodidad permanecía siempre sin usar y
no envejecía nunca. Permanecían siempre en perfecto estado de revista, tapados
con unas fundas de tela blancas para que no cogieran polvo. Cuando alguien
importante anunciaba su propósito de visitar, se procedía a retirar las fundas
y descubrir la sillería, orgullo de la casa. La sillería cumplía el doble papel
de recibir las visitas y servir de pompa y ostentación. Como decían los romanos
“ad pompam vel ostentationem”. Los sofás modernos, han tomado el nombre de
tresillos por el número de piezas que forman el conjunto mobiliario. Los
estilos de las sillerías de nuestros antepasados eran muchos, porque predominaba el estilo de
la época o de un rey, y antes que la comodidad se buscaba alardear. Hoy en los sofás modernos, lo que predomina no es
el estilo sino el confort y el bienestar corporal. Carecen del sentido artesanal
de los de antes, y se fabrican en serie como los automóviles. Hoy los jóvenes son
los principales usuarios de este muebles, porque no soportan la incomodad. En
sus casas se dejan caer sobre los mullidos sofás y se repantigan y despatarran todo lo que pueden,
con las piernas buscando reposo en otro
mueble o mesa centro. En las cercanías de los colegios e institutos, se les puede observar, en el recreo, sentados
o tirados en las aceras, incapaces de permanecer de pie durante unos minutos.
En los bancos públicos no soportan la dureza de sus asientos y adoptan las
posturas que mejor les pide el cuerpo. En los automóviles, estiran las piernas
para apoyarlas en el salpicadero. No se adaptan a lo que hay. De esta
generación se dice que han nacido cansados.
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