La calle, considerada como espacio entre edificios que forman una
población, tiene su desarrollo o desenvolvimiento histórico como lugar de
bullicio y ruido de los habitantes que la ocupan. La calle es el conjunto de
tres perfiles que la definen como tal. Son: la calidad del pavimento, el rumor
de la gente y una suficiente iluminación. En nuestras calles, y en lo que
concierne a la pavimentación, diré que este nuevo enlosado ha sido durante
cuatro años el martirio, mortificación y ruina de muchos comerciantes. Es un
tema, que para bien o para mal ya está asumido y “sufrido”. Esta renovación del
pavimento del casco histórico fue una torpeza técnica y un fracaso de la
política municipal. La Historia
de la humanidad, recoge los acontecimientos
de un tiempo pasado en un determinado espacio o lugar, para transmitirlos
al tiempo presente a través de los
medios de comunicación. Este traspaso del pasado al presente, se refiere a
hechos (guerras, catástrofes, invenciones,
modas...etc.) y a manifestaciones de la personalidad humana, como son el
bullicio y ruido en la calle. Este bullir humano también es historia local y a
ello me voy a referir.
¿Cómo eran las calles durante la
segunda mitad del siglo XIX? Las calles, durante este periodo estaban ocupadas
por vecinos que deambulaban por ellas movidos por sus quehaceres y actividades
habituales, muy distintas a las de hoy. Los niños jugaban, los jóvenes se
divertían en el “paseig”, y los mayores mataban el tiempo en las aglomeraciones
de los bares. El pueblo bullía y vibraba en la calle porque se “hacía la vida”
allí. La chiquillería, niños y niñas, cuando terminaban sus obligaciones
escolares, ocupaban la calle con sus juegos y brincos hasta que llegaba la hora
de recogerse para cenar. Esa infancia de antes, no tenía los deberes escolares que
tienen las actuales generaciones estudiantiles, y les permitía retozar en las
calles. Si los niños son la alegría de los padres en el hogar, en la calle eran
la vida del pueblo. En los tiempos de hoy, cuando se cierran los centros
educativos (antes escuelas), los niños pasan de las aulas a sus casas, en donde
se encierran en sus dormitorios para una doble actividad: realizar los deberes impuestos por los profesores y
jugar con las últimas novedades tecnológicas e informáticas, puestos a su
alcance. Móviles, internet, consolas, y tabletas, son los juegos que están de
moda y a disposición de esos niños. Se acabó el desfogue en la calle a base de
saltar y brincar, hasta quedar rendidos y camino de la cama. A la hora en que
la población infantil se retiraba,
hacían su aparición los jóvenes,
que tomaban las calles en pura manifestación de diversión en el paseo o
“paseig”, un ritual social de obligado cumplimiento. Si no te dejabas ver en el
paseo, es que estabas mal, y la gente lo notaba y te echaba de menos. Dejando a
los niños y jóvenes, estaban los mayores, para completar el padrón. Estos,
después de terminar sus labores agrícolas, dejaban el carro y el macho, se
sacudían el polvo que les envolvía y emprendían el camino del casino, del bar,
o del trinquete, en donde la
conversación, el juego de cartas y el dominó ocupaban el resto del día. En el
buen el tiempo, la vecindad de la calle, practicaba la “vetla”, la tertulia en la calle, después
de cenar, sentados en sillas de enea o mecedora, hasta que el sueño les vencía.
Hoy, la televisión ha suprimido esta costumbre, y el dialogo se hace con el
vecino, sin silla, sino con el móvil. El tercer componente de la calle es la
iluminación. Antaño, el alumbrado callejero era escaso, a base de una tenue luz
y con restricciones en el suministro. El núcleo urbano en donde más destacaba
la “vida” en la calle eran las dos plazas (la de la Iglesia y la de Baix) y
las calles de S. Buenaventura y Mayor, en donde estaban instalados los bares y demás
atractivos. El entorno de la Plaçeta del Convent, al
estar históricamente fuera de las murallas, ha sido el barrio de ensanche del pueblo,
donde abundaban los grandes locales, como almacenes, “cups” y
almazaras. El popular Bar “El
Noy” y su clientela, cerca de la parada de los autobuses de Venturo en la calle
Reina Regente (hoy Príncipe de Asturias), eran los dos factores ambientales de la
zona. Resumiendo: el elemento humano (niños, juventud y mayores) ha
desaparecido de la calle. Los niños ya no juegan a “polis y ladrones”, ni las
niñas al “corro de la patata”. La juventud ya no pasea, corre, haciendo footing y los mayores ven la tele en
su casa y se van de viaje. En las calles del pasado había mucha gente y poca
luz. En las calles del presente hay poca
gente y mucha luz.
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