sábado, 13 de abril de 2013

CALLES DEL PASADO Y DEL PRESENTE


La calle, considerada como  espacio entre edificios que forman una población, tiene su desarrollo o desenvolvimiento histórico como lugar de bullicio y ruido de los habitantes que la ocupan. La calle es el conjunto de tres perfiles que la definen como tal. Son: la calidad del pavimento, el rumor de la gente y una suficiente iluminación. En nuestras calles, y en lo que concierne a la pavimentación, diré que este nuevo enlosado ha sido durante cuatro años el martirio, mortificación y ruina de muchos comerciantes. Es un tema, que para bien o para mal ya está asumido y “sufrido”. Esta renovación del pavimento del casco histórico fue una torpeza técnica y un fracaso de la política municipal. La Historia de la humanidad, recoge los  acontecimientos de un tiempo pasado en un determinado espacio o lugar, para transmitirlos al  tiempo presente a través de los medios de comunicación. Este traspaso del pasado al presente, se refiere a hechos (guerras, catástrofes,  invenciones, modas...etc.) y a manifestaciones de la personalidad humana, como son el bullicio y ruido en la calle. Este bullir humano también es historia local y a ello me voy a referir.
¿Cómo eran las calles durante la segunda mitad del siglo XIX? Las calles, durante este periodo estaban ocupadas por vecinos que deambulaban por ellas movidos por sus quehaceres y actividades habituales, muy distintas a las de hoy. Los niños jugaban, los jóvenes se divertían en el “paseig”, y los mayores mataban el tiempo en las aglomeraciones de los bares. El pueblo bullía y vibraba en la calle porque se “hacía la vida” allí. La chiquillería, niños y niñas, cuando terminaban sus obligaciones escolares, ocupaban la calle con sus juegos y brincos hasta que llegaba la hora de recogerse para cenar. Esa infancia de antes, no tenía los deberes escolares que tienen las actuales generaciones estudiantiles, y les permitía retozar en las calles. Si los niños son la alegría de los padres en el hogar, en la calle eran la vida del pueblo. En los tiempos de hoy, cuando se cierran los centros educativos (antes escuelas), los niños pasan de las aulas a sus casas, en donde se encierran en sus dormitorios para una doble actividad: realizar  los deberes impuestos por los profesores y jugar con las últimas novedades tecnológicas e informáticas, puestos a su alcance. Móviles, internet, consolas, y tabletas, son los juegos que están de moda y a disposición de esos niños. Se acabó el desfogue en la calle a base de saltar y brincar, hasta quedar rendidos y camino de la cama. A la hora en que la población infantil se retiraba,  hacían su aparición  los jóvenes, que tomaban las calles en pura manifestación de diversión en el paseo o “paseig”, un ritual social de obligado cumplimiento. Si no te dejabas ver en el paseo, es que estabas mal, y la gente lo notaba y te echaba de menos. Dejando a los niños y jóvenes, estaban los mayores, para completar el padrón. Estos, después de terminar sus labores agrícolas, dejaban el carro y el macho, se sacudían el polvo que les envolvía y emprendían el camino del casino, del bar, o del trinquete, en  donde la conversación, el juego de cartas y el dominó ocupaban el resto del día. En el buen el tiempo, la vecindad de la calle, practicaba  la “vetla”, la tertulia en la calle, después de cenar, sentados en sillas de enea o mecedora, hasta que el sueño les vencía. Hoy, la televisión ha suprimido esta costumbre, y el dialogo se hace con el vecino, sin silla, sino con el móvil. El tercer componente de la calle es la iluminación. Antaño, el alumbrado callejero era escaso, a base de una tenue luz  y con restricciones en el  suministro. El núcleo urbano en donde más destacaba la “vida” en la calle eran las dos plazas (la de la Iglesia y la de Baix) y las calles de S. Buenaventura y Mayor, en donde estaban instalados los bares y demás atractivos. El entorno  de la Plaçeta del Convent, al estar históricamente fuera de las murallas,  ha sido el barrio de ensanche del pueblo, donde abundaban los grandes locales, como almacenes,  “cups” y  almazaras. El  popular Bar “El Noy” y su clientela, cerca de la parada de los autobuses de Venturo en la calle Reina Regente (hoy Príncipe de Asturias), eran los dos factores ambientales de la zona. Resumiendo: el elemento humano (niños, juventud y mayores) ha desaparecido de la calle. Los niños ya no juegan a “polis y ladrones”, ni las niñas al “corro de la patata”. La juventud ya no pasea, corre,  haciendo footing y los mayores ven la tele en su casa y se van de viaje. En las calles del pasado había mucha gente y poca luz.  En las calles del presente hay poca gente y mucha luz.

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