sábado, 13 de abril de 2013

CONTAR CORRUPTOS


Contar es una capacidad que el ser humano lleva consigo mismo desde que nace, y forma parte de su personalidad. Esta facultad se desarrolla desde nuestra más corta edad. Aprendemos a contar porque nuestros padres, nos lo inculcaron desde la cuna. El padre, la madre y, hoy los abuelos, empleaban la táctica del cuento para entretenernos y para dormirnos en la cama. El escuchar cuentos tiene el efecto de hacer dormir, igual que un discurso o sermón soporíferos. El niño acababa siempre dormido antes del que el cuento acabe. Los niños a base de la ración de cuento diario, se los aprenden y los memorizan para la posterioridad, para cuando tengan que hacer la función de de progenitores. El instinto y la capacidad de imitación del niño es tan fuerte que cuando las niñas juegan a “papás y mamás”, éstas “duermen” a sus muñecas contándoles los cuentos  aprendidos de su madre. Lo mismo les pasa cuando oyen a sus mayores un chiste. El niño tiene una gran facilidad de asimilar las cosas y conocimientos que se ponen a su alcance, para luego imitarlas y exteriorizarlas a los demás (véase su facultad instintiva de aprender  el manejo de los complicados artilugios  informáticos actuales). Sin embargo, no hay nada peor que un buen chiste contado por un niño de corta edad. Su personalidad aún no está lo suficientemente desarrollada para darle la entonación, matización y la gracia para que produzca el efecto de la risa. Un chiste bueno contado por un patoso, se transforma en malo, y al revés uno malo se hace bueno contado por alguien que le ponga su pizca cómica. Esto de contar cuentos, e historias  es una práctica que se adquiere en la niñez, y se desarrolla con la edad, en la que se aprende a mentir y contar bulos y calumnias. Por eso se dice que el niño no miente porque aún está dotado de inocencia y no ha desarrollado los malos instintos de que está dotada la naturaleza humana. El niño al crecer e ir a la escuela o al colegio, ya no está para que le vengan con cuentos. Ahora aprende matemáticas y otras materias que le sirvan para labrarse un porvenir. En mis tiempo se aprendía urbanidad, que era la “ciencia” de saberse comportar con educación en sociedad y en familia. En los años 40-50, a falta de entretenimientos como la televisión o el  móvil como ahora, nos entreteníamos contando los reyes godos y  las alineaciones de los equipos de fútbol. Saberse de carrerilla los treinta y tres reyes del reino visigodo, desde Ataulfo hasta Don Rodrigo era una machada sabérselos y una gozada contarlos. Así como hoy solo se habla del F.C. Barcelona y del Real Madrid, el equipo preferido de la juventud era el Athletic Club Bilbao, equipo en el que se identificaba el coraje y bravura de la raza hispana (los leones). Recuerdo aquella alineación compuesta por Carmelo en la portería, Orue, Garay y Canito en la defensa, Mauri y Maguregui en la media, e Iriondo, Venancio, Zarra, Panizo y Gainza en la delantera. La táctica, eran tres defensa, dos medios y cinco delanteros.  También era inolvidable la “delantera eléctrica” del Valencia de los años 40, formada por Epi, Amadeo, Mundo, Asensi y Gorostizaa. También recitábamos aquello de “Con diez cañones por banda/ viento en popa, a toda vela,/ no corta el mar, sino vuela,/ un velero bergantín”, …de Espronceda. Eran tiempos de cuentos, y de contar lo aprendido, fueran reyes, futbolistas o poemas. Cuando ya éramos creciditos y los padres no estaban para cuentos nos enseñaron que la mejor forma de combatir el insomnio y conciliar el sueño en la cama era contar ovejas o borregos, uno por uno, hasta que la monotonía nos vencía y caíamos dormidos. Era el remedio casero y no se conocía otra cosa.  Hoy ha cambiado la terapia y se conoce un nuevo método de acabar aburrido y rendido en la cama. Produce algo de repugnancia, pero es eficaz. El nuevo remedio consiste contar los corruptos producidos por la clase dirigente política, empresarial y banquera. Hay tantos como borregos y el sueño está asegurado. Así como los borregos están en el corral o en el campo, los corruptos (¡presuntos!) están en el banquillo o en la prisión. Para contar corruptos hay que ir caso por caso. Por ejemplo, el caso Malaya, con la Pantoja y el Julián Muñoz.  El caso Nóos, con Urdangarin y Diego Torres. El  caso Campeón, con el ex ministro José Blanco (“Pepiño”), el caso Gürtel, en donde hay un buen rebaño, igual que en el caso Brugal cuya cosecha de corruptos es frondosa. Corruptos no le faltarán para coger el sueño. La lista no parece tener fin. ¡Contar corruptos! hasta que el  aburrimiento acabe con el insomnio. 

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