sábado, 13 de abril de 2013

EL DEDO


Buscaba en la enciclopedia la palabra democracia,  (demos, pueblo; kratia, poder), con el propósito de comprobar si lo que está ocurriendo en el país es compatible con ésta forma de gobierno del pueblo. Antes de llegar a ésta palabra, me  he encontrado con la palabra dedo, con su significación anatómica y funcional, como parte del cuerpo humano. He comprobado la cantidad de sentidos figurados que posee esta palabra, y en ella he recalado para reflexionar sobre su actualidad. Veamos unos ejemplos: Pillarse los dedos (sufrir un descuido), chuparse los dedos (hacerse el tonto), a dedo (nombramiento con influencia), poner el dedo en la llaga (acertar), a dos dedos (muy cerca),… y así una gran variedad de acepciones de ésta parte corporal. El dedo, con su aplicación y pulsación en un objeto tecnológico, como es el móvil, ha adquirido gran protagonismo en los actuales tiempos de la invención humana. También lo tiene en el mundo del arte, sobre todo en el campo escultórico y pictórico. Ahí está el dedo de Cristóbal Colón, señalando desde su pedestal barcelonés el nuevo mundo descubierto por él, o el dedo índice de San Vicente Ferrer, señalando al cielo (Timete Deum). Son muchos los personajes de la Historia que  con un dedo o un gesto han sellado para la posteridad  su  merecida labor. Podríamos decir que vivimos en una “dedocracia” en el que el régimen que impera es el dedo buscador y trabajador. Hoy, el dedo índice y los demás de la mano, están activos y son los protagonistas en la manipulación informática, o la ventana por la que observamos el mundo. Hoy los avances de la ciencia nos han situado en unos niveles de total dependencia de la tecnología. Algún sabio físico, cuyo nombre no recuerdo en este momento, dijo “Dadme una palanca y un punto de apoyo, y levantaré el mundo”. Hoy se puede decir “Dadme un móvil y un dedo, y os enseñaré el mundo”.
El mundo, y la sociedad está absorbida e identificada en el dedo que le lleva a accionar el móvil y demás telemandos que ponen en funcionamiento los utensilios domésticos que son la base de nuestro confort y bienestar diario. Hay una total adicción y dependencia de la informática. Es tal la identificación  del móvil con la persona que se puede afirmar que forma parte de la higiene del cuerpo. Igual que nadie sale de casa sin un mínimo aseo personal, hoy no se concibe pisar la calle sin el móvil. Este, es útil en la calle, en el trabajo, en el autobús, y en las intimidades del retrete. A primera vista, parece que la humanidad disfruta felicidad y todos se sienten dichosos, conversando y transmitiéndose mensajes. Todo parece que va bien, pero no es así.  Siempre se ha dicho “hablando se entiende la gente”. El hombre nunca se entenderá con sus congéneres. El gen del mal va implícito en la condición humana (“el hombre es un lobo para el hombre”, dijo Hobbes). Lo niños desde los diez años o antes, los adolescentes y jóvenes en edad estudiantil disponen de móvil, que debido a sus escasos años utilizan como juguete para el esparcimiento propio de la edad, y al mismo tiempo como arma para el desarrollo de  las travesuras, y comportamientos juveniles. La crueldad de algunos llega a extremos de causarles placer y divertimiento el padecimiento ajeno. Graban videos de palizas que propinan a sus  compañeros de clase, y vejaciones a los profesores, que luego los visionan con complacencia, sin conmoverse y, que para demostrar su machada cuelgan en los móviles de otros condiscípulos. Hace poco un alumno  descerebrado, saltándose las reglas de la educación y del respeto, en un centro escolar,  con un mechero prendió fuego a la cabellera de una profesora. El instinto maligno del ser humano, amparándose en la sombra y en la impunidad que le ofrecen estos adelantos, le impulsa a    lanzar mensajes amenazadores, a todos aquellos a los que desprecia y que considera enemigos. No todo es comprensión cuando se mueve el dedo en la pantalla del móvil. Una anécdota que viene a cuento.  Es sabido  que la reliquia del brazo incorrupto de Santa. Teresa de Jesús, la conservaba Franco en la cómoda de su dormitorio, para que le protegiera en el gobierno de la nación. Hoy, tenemos el dedo corrupto del ex -tesorero del PP, que lo utiliza para insultar y eludir responsabilidades. En este avanzado mundo tecnológico,  un dedo de un irreflexivo dictador, apretado sobre un botón nuclear puede acabar con el planeta. Es la fuerza, importancia y temeridad del dedo. No hay que temer a Dios, como decía S. Vicente. ¡Temed al dedo!

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