Buscaba en la enciclopedia la
palabra democracia, (demos, pueblo; kratia, poder), con el propósito de comprobar si lo que está
ocurriendo en el país es compatible con ésta forma de gobierno del pueblo. Antes
de llegar a ésta palabra, me he encontrado
con la palabra dedo, con su
significación anatómica y funcional, como parte del cuerpo humano. He comprobado
la cantidad de sentidos figurados que posee esta palabra, y en ella he recalado
para reflexionar sobre su actualidad. Veamos unos ejemplos: Pillarse los dedos (sufrir un descuido),
chuparse los dedos (hacerse el
tonto), a dedo (nombramiento con
influencia), poner el dedo en la llaga (acertar),
a dos dedos (muy cerca),… y así una
gran variedad de acepciones de ésta parte corporal. El dedo, con su aplicación
y pulsación en un objeto tecnológico, como es el móvil, ha adquirido gran
protagonismo en los actuales tiempos de la invención humana. También lo tiene
en el mundo del arte, sobre todo en el campo escultórico y pictórico. Ahí está
el dedo de Cristóbal Colón, señalando desde su pedestal barcelonés el nuevo
mundo descubierto por él, o el dedo índice de San Vicente Ferrer, señalando al
cielo (Timete Deum). Son muchos los
personajes de la Historia
que con un dedo o un gesto han sellado
para la posteridad su merecida labor. Podríamos decir que vivimos en
una “dedocracia” en el que el régimen que impera es el dedo buscador y trabajador.
Hoy, el dedo índice y los demás de la mano, están activos y son los protagonistas
en la manipulación informática, o la ventana por la que observamos el mundo.
Hoy los avances de la ciencia nos han situado en unos niveles de total
dependencia de la tecnología. Algún sabio físico, cuyo nombre no recuerdo en
este momento, dijo “Dadme una palanca y un punto de apoyo, y levantaré el
mundo”. Hoy se puede decir “Dadme un móvil y un dedo, y os enseñaré el mundo”.
El mundo, y la sociedad está absorbida
e identificada en el dedo que le lleva a accionar el móvil y demás telemandos
que ponen en funcionamiento los utensilios domésticos que son la base de nuestro
confort y bienestar diario. Hay una total adicción y dependencia de la
informática. Es tal la identificación del móvil con la persona que se puede afirmar
que forma parte de la higiene del cuerpo. Igual que nadie sale de casa sin un
mínimo aseo personal, hoy no se concibe pisar la calle sin el móvil. Este, es
útil en la calle, en el trabajo, en el autobús, y en las intimidades del
retrete. A primera vista, parece que la humanidad disfruta felicidad y todos se
sienten dichosos, conversando y transmitiéndose mensajes. Todo parece que va
bien, pero no es así. Siempre se ha
dicho “hablando se entiende la gente”. El hombre nunca se entenderá con sus
congéneres. El gen del mal va implícito en la condición humana (“el hombre es
un lobo para el hombre”, dijo Hobbes). Lo niños desde los diez años o antes,
los adolescentes y jóvenes en edad estudiantil disponen de móvil, que debido a sus
escasos años utilizan como juguete para el esparcimiento propio de la edad, y
al mismo tiempo como arma para el desarrollo de las travesuras, y comportamientos juveniles. La
crueldad de algunos llega a extremos de causarles placer y divertimiento el
padecimiento ajeno. Graban videos de palizas que propinan a sus compañeros de clase, y vejaciones a los profesores,
que luego los visionan con complacencia, sin conmoverse y, que para demostrar
su machada cuelgan en los móviles de otros condiscípulos. Hace poco un
alumno descerebrado, saltándose las
reglas de la educación y del respeto, en un centro escolar, con un mechero prendió fuego a la cabellera
de una profesora. El instinto maligno del ser humano, amparándose en la sombra
y en la impunidad que le ofrecen estos adelantos, le impulsa a lanzar
mensajes amenazadores, a todos aquellos a los que desprecia y que considera
enemigos. No todo es comprensión cuando se mueve el dedo en la pantalla del móvil.
Una anécdota que viene a cuento. Es sabido que la reliquia del brazo incorrupto de Santa.
Teresa de Jesús, la conservaba Franco en la cómoda de su dormitorio, para que
le protegiera en el gobierno de la nación. Hoy, tenemos el dedo corrupto del ex
-tesorero del PP, que lo utiliza para insultar y eludir responsabilidades. En
este avanzado mundo tecnológico, un dedo
de un irreflexivo dictador, apretado sobre un botón nuclear puede acabar con el
planeta. Es la fuerza, importancia y temeridad del dedo. No hay que temer a
Dios, como decía S. Vicente. ¡Temed al dedo!
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