domingo, 15 de diciembre de 2013

EL CARRO DE LA COMPRA Y EL CARRO DE LA VENTA

Este juego de palabras nos traslada del tiempo viejo al tiempo nuevo, en relación con el progresivo consumo en la alimentación humana. Asombra pensar, la cantidad y calidad de alimentos que necesitamos en el tiempo actual, comparado con la menor cantidad con que salíamos adelante en el pasado. Basta para ello, echar una mirada a los supermercados, para ver como van sobrecargados los carros de la compra, esos contenedores que solucionan nuestras necesidades alimenticias. El carro de la venta ( he dicho bien), en la Jávea de los años 40, después de la guerra civil, era el vehículo de tracción animal, es decir carro y macho, que nos acercaba y suministraba los alimentos a pie de casa. El carro de la compra, (el de hoy) es de tracción humana que nos lleva a localizar los mismos a pie de estantería. Cuando los primeros pobladores-veraneantes se asientan en la Caleta del port, Triana, El Montañar, Portichol y Calablanca (el resto, no estaba explotado), la provisión de productos para la subsistencia, se hacía a través del reparto domiciliario por medio de carros agrícolas. Del casco histórico y de Aduanas, salían carros, mocarros,  motocicletas, bicicletas y rudimentarias furgonetas que ofrecían al veraneante,  chalé por chalé, los productos necesarios para el alimento.  Carros, como el de Toni “Bufa”, que tenía el huerto en El Rebaldí iban cargados de hortalizas y legumbres, que principiando su itinerario en Triana y finalizando en el Arenal, iban pregonando su mercancía. A su paso por los chalés, salían las criadas o las  señoras de la casa a la carretera para hacer la compra. Cada tipo de género tenía su particular forma de transporte. El pan, procedeía de los distintos hornos del pueblo, cuyo reparto se realizaba en bicicleta por los matinales y ambulantes vendedores, como el esforzado y servicial Francisco Bas, “L`alemá”, que adaptaba a la misma un cajón repleto de pan, cuyo suministro llegaba hasta el Portichol. Tenía sus clientes fijos, que esperaban a pie de carretera, el pan de cada día. El hermano de éste, Batiste, se aplicaba al reparto de verduras en carromato, un vehiculo desaparecido. Otro conocido vendedor de pan era “Sanroc”, que distribuía el pan fabricado por Angelita Ortuño. El hielo en barras,  de la fábrica de Miguel Crespo “El pelut” y de Miguel Benavent, en Aduanas, y el pescado, lo servía Santacreu,  en una “rubia”, un coche cuya particularidad era que los laterales eran de madera. La carne, era la especialidad de Vicente Marzal, “L`anguerino”, familia procedente del pueblo de Enguera, y asentada en ésta villa, quien a golpe de pedal realizaba un largo recorrido a domicilio. La leche, aparte de adquirirse en las propias vaquerías, era transportada embotellada a domicilio. José Serrat, “El “Benissero”, fabricante de gaseosas y limonadas hacia el reparto en furgoneta. Otro  repartidor habitual era Ambrosio Ferrer, que regentaba con su mujer un horno-tienda, en Santo Cristo del Mar de Aduanas, y la venta ambulante la realizaba en moto a la que adaptaba un remolque para la mercancía. Pepe “El roig”, también de Aduanas, acoplaba a su moto una especie de sidecar para el transporte de su género. El salazón, que tradicionalmente formaba parte de la alimentación de las clases humildes y trabajadoras de Jávea, no tenía aceptación entre los forasteros.

Mención especial merece el pescado fresco, que llegaba al puerto al atardecer. Aquí los veraneantes, se reservaban el entretenimiento de adquirirlo por si mismos en la  pescadería del muelle (no se utilizaba entonces el término de lonja). Los del Montañar y Triana, a media tarde, después de sestear y  merendar, se acercaban en grupos de amigos o familiares, paseando, a la pescadería para comprar el pescado recién desembarcado. Una vea verificada la subasta de los distintos lotes de pescado, los comerciantes adjudicatarios de los mismos, se instalaban en improvisados mostradores de madera para venderlo. Para postre y como finalización, les diré, que uno de los dulces más exquisitos de la comarca, hoy desplazado,  era el arrope. El “Arrop”, era  una especie de confitura que se obtiene cociendo con mosto varios frutos (entre ellos la calabaza) hasta que aquel adquiere la consistencia de almíbar. Originario de Benigánim, sus vendedores lo pregonaban a gritos “!arrop amb talladetes!” y lo portaban en burros, en cuyas alforjas introducían las tinajas del apetitoso dulce.  Cuando se quería expresar la dulzura de carácter de una persona, se decía: “Es dolc, com l`arrop”.
  

                                                   Vicente Catalá Bover
                                                    Julio 2013  

No hay comentarios:

Publicar un comentario