domingo, 15 de diciembre de 2013

TIEMPO DE LA "RENDA"

La agricultura es una de las primeras y primordiales actividades económicas de los hombres y la única a acaso verdaderamente esencial en la vida. La población de esta villa, tradicionalmente ha dependido de la labranza o cultivo de la tierra, que le ha proporcionado los recursos para la subsistencia. El invierno es tiempo de preparación del campo, mediante la plantación, siembra, regadío y abono del mismo. Llegado el verano, es tiempo de la recolección de los frutos. Este momento se conoce ancestralmente como la “renda”, o sea el período desde junio a septiembre, en donde el agricultor recoge el producto de su esfuerzo durante todo el año. En el mes de junio, comienza la “renda”, que  se identificaba con el dicho popular que decía: “En juny, la roba lluny i la corbella a punt”, en clara alusión a despojarse de la ropa y aplicarse a la siega del trigo. La fecha que cerraba la “renda” se resumía con ésta otra cita: “En sant Miquel, tot a ràpel”. La explicación de esta frase se encuentra en que en los campos, después de la recolección o “collita”, quedaban restos o sobrantes agrícolas, que otros aprovechaban y recogían en su beneficio, previa autorización o consentimiento del dueño. Esta labor se conocía con el nombre de “espigolar”, que viene de espiga, y significa coger las espigas que han quedado en un campo después de la siega. La “renda” implicaba la salida o el éxodo de la población hacía el campo, para instalarse en el mismo, y hacerse cargo de su producción. Esta  actividad  se definía con la frase: “anarse a la casseta”. Eran lo mismo “anar a la renda” que “anar a la casseta”. Ambos términos, hacían referencia a la recogida de resultados, dicho en términos bursátiles. Entre el vecindario, se comunicaban unos a otros,  la marcha a “la casseta”.  En la villa de Jávea, como región marítima templada, han existido variedad de cultivos, tanto en terrenos de secano como en lugares aptos para las hortalizas. En el cultivo de secano (almendros, olivos, algarrobos…), destacaba éste último, por la espectacular belleza de su tronco y ramas tortuosas e irregulares, que alcanzaban una altura de 8 a 10 metros. Su producto, la algarroba era tan válido para la alimentación de caballerías como para la fabricación de chocolates y otras aplicaciones industriales. La influencia de los árabes durante su dominación en España, permite pasar de cultivos de secano, a la feracidad de los cultivos de regadío, en donde están comprendidos toda la variedad de plantas, desde las herbáceas (garbanzos, lentejas, guisantes…), hasta las productoras de hortalizas (melones, patatas, y tomates…). La “renda” finalizaba con el corte de la uva, operación conocida como “tallar el raim” y su posterior paso por cañizos, sequeros y riu-raus hasta transformarse en pasa,  o al “cup” para ser chafada y convertida en vino.

Si la “renda” tiene como fin el resultado agrícola de la recolección, mirando al pasado, tuvo un protagonismo histórico hace setenta y siete años, en la guerra civil española. Me explicaré. Cuando estalló el alzamiento nacional en julio de 1936, muchas familias habían abandonado ya el núcleo de población para trasladarse a la “casseta” y ocuparse de la “collita”. Este hecho, supuso que muchas familias, intentando protegerse de los peligros en que podía verse envuelta en aquellos revolucionarios tiempos, permanecieron los tres años de contienda escondidos en el campo, a salvo de las tropelías y persecuciones del Frente Popular. Uno de sus dirigentes, Joaquín Mengual, (“Pardico), según relata Antonio  Pons Guardiola en su libro Aquell poble, era un obrero frío, calculador y cruel. Este individuo, dio rienda suelta de su odio hacia las clases conservadoras del pueblo cometiendo una serie de desmanes, extorsiones y ordenando el asesinato de sus conciudadanos por el simple hecho de vestir corbata, lucir sombrero o ser simpatizante de la Iglesia. El “Pardico”, se incautó de las mejores casas del pueblo para establecer en ellas sus comités, así como para su acomodo personal o cárcel para sus perseguidos políticos. Una de las familias, que la “renda” salvó del peligro de sus vidas, fue la  que fuera mas tarde sacerdote de gran arraigo y talla intelectual don Juan Ortolá Segarra. Huérfano de padre, su abuelo materno se hizo cargo del mismo y se lo llevó con 11 años al campo. Allí estuvo seguro, y aprendió las labores del campo, a falta de su escolarización. Si en la “renda” normal se obtenía el alimento para un año, los que vivieron en la “renda” durante la guerra, consiguieron asegurarse la vida.
                                     

                                             Vicente Catalá Bover
                                              Agosto de 2013

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