jueves, 19 de marzo de 2020

AÑO NUEVO, POLITICA NUEVA


            Antiguamente cuando acababa el año viejo y empezaba el nuevo año, se decía “Año nuevo, vida nueva”. Esto lo aprendíamos de nuestros propios padres, los cuales velando por nuestra educación y formación trataban de inculcarnos propósitos para enmendar o corregir los errores que se oponían al normal desarrollo de su labor educadora. Estos al finalizar el año, nos recordaban que había que mejorar aspectos o conductas que no eran las correctas y adecuadas a lo que ellos pretendían. Si los estudios iban mal, había que mejorar las notas, haciendo esfuerzos en el nuevo año. Si la obediencia no era la debida (por razón de la rebeldía propia de la edad) había que someterse a lo mandado; y si el genio contestatario hacia los padres era elevado o abusivo, había que moderarlo. Así pues los padres, como responsables de la educación de los hijos nos inculcaban estos principios o consejos para el año que empezaba.
            A medida que el tiempo transcurre y vas pasando de la niñez, a la adolescencia y de ésta a la juventud, esta frase, de “Año nuevo, vida nueva” se queda grabada para toda la vida. Pero en cuanto se entra en edad, y se llega a la madurez este  lema desaparece. Este cambiar de vida, es más propio y adecuado para la juventud, que está en edad de crecer, formarse y hacer planificación de su vida. La gente mayor, ya no necesita proyectar nada, sino vivir lo mejor posible de lo que ya sembró en su día y momento.
            Este preámbulo viene a cuento para algo que quiero comentar que no tiene nada que ver con la educación, sino con la política. No me gusta hablar ni discutir de política. Todo lo mas analizar la trayectoria personal o profesional de algún político, pero sin grandes honduras. Los lectores del SEMANAL JAVEA saben que en mis colaboraciones nunca hablo de política, y si he hecho alguna referencia a los políticos o política en general lo he hecho basándome en autores, escritores o periodistas, como lo haré mas adelante.
            En estas fiestas navideñas, de siempre estábamos acostumbrados a que empezaran con las comilonas de navidad y nochevieja y terminaran con los Reyes. Este año, al celebrarse las elecciones generales el 20 de noviembre, hemos terminado el año con el cambio de gobierno. Este 2012 lo hemos estrenado con el nuevo gobierno del Partido Popular y el diario EL MUNDO decía el último día del año lo siguiente “El gobierno inicia el ajuste con un drástico hachazo fiscal. Vulnera su promesa electoral con fuertes subidas del IRPF, del IBI y del impuesto sobre el ahorro…Aquel “no subiré los impuestos” que Rajoy repitió por activa y por pasiva antes de las elecciones ha quedado en papel mojado… ha vulnerado de forma aplastante una promesa electoral”. Si todos los años empezábamos con las consabidas subidas del recibo de la luz, del pan, del gas…ahora, en este año, como decía el periódico ha venido el hachazo. Parece ser que la razón de éste estacazo a los contribuyentes se debe a que el gobierno socialista ha dejado al PP un déficit del Estado muy superior al esperado.
            Así pues, nada de vida nueva. Más bien vida negra. Después de los debates, enfrentamientos y descalificaciones parlamentarias entre los políticos representantes de los diversos partidos, creíamos que la solución a los problemas de la nación y a la salida de la crisis se produciría por vía de otros caminos o soluciones no tan cruentas como las que se nos acaba de anunciar.
            Leí hace poco en un periódico, cuyo nombre no recuerdo, que los políticos no son de fiar, y han perdido credibilidad. Sobre los políticos voy a dar la opinión del catedrático de Filología Clásica y miembro de la Real Academia de la Historia, Francisco Rodríguez Adrados, en su obra Hombre, política y sociedad en nuestro mundo (Espasa Calpe, S.A. 2008). Dice así: “Los políticos no tienen mucho prestigio en estos tiempos. Se les acusa de ser meros buscadores del poder. Con tal de tenerlo o conservarlo, se dice, cambian de programa e incumplen sus promesas, Y una vez que lo tienen, abusan, se dejan corromper y corrompen. El deseo de poder es connatural al hombre y a las sociedades. El político es un atleta. Todo lo soporta para alcanzar el triunfo: jornadas de trabajo interminables, viajes agotadores, comidas que le estropean el estómago, esfuerzo constante en circunstancias mil. Abandona su profesión, se aleja de su familia, pasa por montes y montañas…Toda la vida política, y más en época de elecciones, está dominada por una serie de eslóganes y latiguillos, de palabras y frases que presentan, como en una píldora, programas e ideas de futuro… La política busca resultados.” Este autor termina de esta manera: “Tanto ofrecer el cambio y la felicidad lleva al gran batacazo…llevan las desprestigio del político, a la frustración del pueblo… y a un nuevo programa que un rival presentará ofreciendo que esta vez sí que vendrá el cambio”,
            Y de nuevo, a empezar los enfrentamientos y las descalificaciones.



1 de enero de 2012
Vicente Catalá Bover



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