jueves, 7 de febrero de 2013

EL NUEVO BELEN

 O el recorte del belén. La navidad es un tiempo que transforma la vida. Al llegar estas fechas, afloran en la persona, sentimientos, intenciones y sensaciones que no hemos experimentado en el resto del año. La tradición manda en las familias y en la sociedad, de tal forma que nos obliga a ser o estar felices y transmitir ese estado de ánimo al resto de la familia y a los que nos rodean. Estas vibraciones se reflejan en los mensajes de paz, amor y felicidad que se intercambian en estas fiestas. Calan de tal manera que nos creemos buenos y queremos que lo sean también los demás. Tenemos necesidad de transmitirlo a través del consabido “feliz navidad” o “felices fiestas”, rubricado con el gesto de un beso o un abrazo. Hasta hace poco, esta felicitación se completaba con las palabras “y próspero año nuevo”, pero ésta coletilla carece de contenido por razón de la crisis. Estos buenos deseos se hacían llegar por escrito, en forma de crismas, que eran unas tarjetas con ilustración navideña, generalmente con la reproducción de la cueva de Belén, ocupado por el niño Jesús , la Virgen María y San José, junto al pesebre, con el acompañamiento de la burra y el buey. Estos crismas se rellenaban todos los años, cuyos nombres y direcciones de sus destinatarios, estaban en una lista que todos los años se sacaba del cajón. A mediados de diciembre, se sacaba la lista, se rellenaban las felicitaciones con la ritual frase de felicidad y prosperidad, y se echaba al correo. La gente mayor y seria utilizaba la tarjeta de visita.  Si la familia estaba de luto no se le felicitaba. Hoy esta costumbre la desempeña el móvil y el correo electrónico.
La navidad tiene dos variantes o caras. Una que satisface el estómago a base marisco, cava y turrón y otra, que hace efectiva en el árbol de navidad y en papá Noel, que representan los esperados regalos. El único componente cristiano de la navidad es el belén, que ocupa un lugar muy distante de los anteriores.
Este año, no va a ser como siempre. Como todo el mundo sabe el actual Pontífice Benedicto XVI, ha publicado un libro titulado La infancia de Jesús, en el que entre otros temas de menor alcance intelectual y teológico ha declarado que en el nacimiento de Jesús ocurrido en un portal de Belén, solo estuvieron el Niño Dios, la Virgen María y su esposo José. En sus investigaciones no habla para nada de la presencia de la mula y el buey que daban calor y color a la entrañable escena navideña. No estaban.
Esta noticia ha llenado de sorpresa al mundo y a la cristiandad. Cuando uno está montando el belén y sacando todas las figuritas guardadas cuidadosamente en papeles envueltos dentro de las cajas, nos hemos llevado la desilusión de que nos sobran éstas dos piezas  que ya no podremos utilizar, quedando un hueco difícil de rellenar. El papa nos ha recortado el belén. El papa es la cabeza visible de la iglesia universal y, su sagrada y evangélica misión, como nos han enseñado en la escuela y en el catecismo, es la de declarar los dogmas y misterios de la fe cristiana, pero no esperábamos que S.S., en su estudios e investigaciones teológicas de alto nivel intelectual pudiera ocuparse de estos animales. El papa goza de infalibilidad cuando se pronuncia en materia de dogmas, pero afortunadamente estos modestos animales no han alcanzado tal categoría, por lo que podemos contar con ellos. Así lo han declarado los doctores de la iglesia, al interpretar que la presencia de la mula y el buey es un hecho que la tradición ha respetado y que hay que seguir respetando. Al espantar a la mula y el buey del pesebre, todos, niños y mayores nos hemos llevado una desilusión. Nos ha traumatizado más a los mayores que a los pequeños, por la sencilla razón de que nosotros teníamos asumido desde la mas tierna infancia la imagen  de éstos mansos animales en la cueva, cuya visión la  tenemos cicatrizada en los recuerdos de toda nuestra existencia. A la gente menuda, les hubiera afectado mucho cualquier modificación que hubiera afectado a los Reyes Magos, Melchor, Gaspar y Baltasar, que provenientes de Oriente se dirigieron   a Belén, en camellos cargados de regalos. En esencia estas tres figuras, representan la ilusión y la alegría de los niños esperando recibir  el regalo solicitado. Los Magos son  el motivo más importante de los niños en un belén. Esperemos que el Papa deje tranquilos a los Reyes y conserve la inocencia de los niños.

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