¡”Más madera,… es la guerra”! es la célebre frase pronunciada por Groucho Marx en la delirante película Los hermanos Marx en el Oeste, de 1940. La escena que da pie a la misma, hace referencia al progresivo desguace de todos los vagones de un tren, para alimentar la caldera de vapor de una enloquecida locomotora a toda velocidad por las llanuras del Oste americano.
Han pasado más de doscientos años desde las aventuras de los tipos duros y canallescos del Oeste. Allí, los cuatreros, tahúres y ventajistas imponían la ley del revólver sembrando el miedo, y poniendo a prueba la audacia del Sheriff. Trasladando estos acontecimientos del lejano “Far West” a la época actual, parece que estamos como en ese pasado siglo XIX. Los maquinistas que dirigen la locomotora de éste país (políticos, empresarios y banqueros), en su afán descontrolado de ambición y codicia, han convertido la nación en un solar de forajidos. El sheriff no deja de dar trabajo al juez. Los jueces, por mandato constitucional son los que tienen que tienen la labor de “limpieza” y enfrentarse a estos chupópteros y corruptos dirigentes, incapaces de manejar la desbocada locomotora. Jueces y Fiscales han tenido que solicitar refuerzos para detener este tren de despropósitos y restablecer el orden social perturbado. Hoy, la corrupción no abarca uno, ni dos ni tres, sino decenas de casos. Se ha convertido en una epidemia nacional. Ante esta situación, más parecida a los asaltantes de diligencias, podríamos decir, parodiando a los hermanos Marx: “¡Más jueces…es el Oeste,…es la corrupción!”. Esta locomotora, sin límite de voracidad está dejando nuestra honra por los suelos de Europa. Los casos de corrupción no cesan de aflorar y no parecen tener fin. Nunca, en España, excepto en los tiempos de la guerra civil se había vivido en un clima de tanta anormalidad y desafuero político. El origen de este panorama, está en el comportamiento inusual e insolidario de la clase gobernante, poco preparada, tanto de derechas como de izquierdas. La clase política, la empresarial y la financiera, ante lo que se les ha venido encima y la incapacidad de encontrar el rumbo adecuado para hacer frente a un crisis descomunal, han optado por el ¡sálvese quien pueda! y echar mano al flotador de la caja, convirtiendo nuestro suelo en un estercolero.
¿Qué pasaba en tiempos atrás? Había casos como los de ahora? Haciendo historia, en la época del régimen franquista, había mucha censura y poca libertad. Los medios de información, perfectamente filtrados, eran la radio y la prensa. La televisión (años cincuenta) estaba al caer y se la esperaba con la canción: “¡La televisión, pronto llegará, yo cantaré y tu me verás!”. Hubo un sagaz periodista, Eugenio Suárez, que conociendo la innata curiosidad y morbosidad del ser humano ante la tragedia y adversidades ajenas, fundó en 1952 un semanario de sucesos llamado El Caso, en donde se recogían los dramas y hechos trágicos de la vida, como crímenes, estafas y timos, nacidos de la perversidad y de la violencia del ser humano. Este periodista y la reportera de sucesos Margarita Landi, (que fumaba en pipa) viendo que el matar es tan antiguo como el hombre ( Cain y Abel) y que el crimen se vendía muy bien en una sociedad con escasa información y distracción, decidieran aprovechar el filón de los acontecimientos más dramáticos y truculentos de la sociedad. El Caso, se leía con fruición, principalmente por la clase media-baja de la sociedad. La sociedad más refinada, consideraba de mal gusto asomarse a las páginas de estas crónicas negras que mostraban la cara más miserable de la vida. En las ciudades y grandes poblaciones, se decía que El Caso solo lo leían las porteras (hoy conserjes) de las fincas urbanas, que una vez empapadas de los sucesos luctuosos lo cotilleaban a aquello vecinos que su sensibilidad no les permitía leer semejante basura. Volviendo a la actualidad, hoy tenemos basura reciclada en forma de corrupción cuya pestilencia esta presente en nuestro entorno. Con el tiempo y la agudeza de los periodistas de hoy, es muy posible que en adelante y para testimonio de la historia se saquen estas basuras a la luz pública, no en forma de semanario, sino en formato de enciclopedia. Hoy, estos casos los tenemos hasta en la sopa. El día de mañana, los tendremos en las bibliotecas.
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