lunes, 29 de octubre de 2012

HACER EL FANTASMA

No se trata de hacer el idiota o el indio, como vulgarmente se entiende ésta expresión coloquial. Pertenece a épocas pasadas y se trataba de un juego infantil. El juego de “hacer el fantasma”, a falta de otra cosa mejor, era una diversión  que consistía en disfrazarse con una sábana blanca y embadurnarse la cara de blanco para sorprender y causar miedo a los niños, a través de una inesperada aparición. Lo característico y curioso de éste juego, es que no lo  disfrutaban los pequeños, sino los mayores. Estos eran los verdaderos protagonistas, y los que se divertían a costa del susto que se le infundía al niño.  Este entretenimiento de antes, en que el miedo era el principal elemento de la diversión, está   presente en la fiesta de Halloween, que significa “vispera de todos los santos” y se celebra cada 31 de octubre Es la noche de las brujas y los fantasmas.El Halloween, es una fiesta asociada a los muertos, las almas en pena, las brujas y los hechizos. Tuvo su origen  en Irlanda y fueron los emigrantes irlandeses los que la implantaron en los Estados Unidos y es el equivalente pagano a nuestro día de Todos los Santos. Cuando se habla de Halloween, se piensa en maquillajes, fiesta, dulces y niños.  La semana pasada les hablé en estas páginas del homenaje a nuestros difuntos, que coincide en el calendario con el Halloween, arraigado últimamente en nuestra sociedad, procedente de los países anglosajones. Ambas fiestas, , tienen el mismo sentido. El Halloween se basaba en que los muertos y sus espíritus volvían a la tierra, y para su mantenimiento, los cristianos primitivos iban mendigando por los caminos “pasteles de difuntos”, que consistían en trozos de pan con pasas. Cuantos más pasteles recibieran los mendigos, mayor sería el número de oraciones que rezarían por el alma de esos difuntos. La fiesta de Halloween tiene su manifestación en disfraces de esqueletos, calaveras, vampiros, máscaras y todo aquello capaz de producir terror, y relacionado con la muerte. Hoy, se suaviza con la presencia de niños que recogen dulces y golosinas, que recuerda a los antiguos pedigüeños. Los niños son los principales protagonistas de esta fiesta y no se inmutan de ver esas horrendas imagines asociadas con la muerte. Sin embargo, a los niños de antes, una  sábana moviéndose en lugar solitario y por la noche, perturbaba y angustiaba el ánimo.  Hacer el fantasma era un juego de mayores para niños, donde los primeros disfrutaban y estos padecían. Esta diversión necesitaba espacio para  la “aparición” del fantasma. Se  solía hacer en el campo y por la noche, con la complicidad de las sombras nocturnas, o en casas grandes,  con “cambra”, que era el “escondrijo” de donde salían los ruidos y los fantasmas.  Curioso que éste juego practicado por mayores y dirigido a los pequeños, tuviéramos algunas dificultades los niños para ponerlo en práctica. Teníamos que sacar la sábana de la cómoda y procurar no romperla ni mancharla para disgusto de nuestras madres. Volviendo a estos tiempos, el niño actual es incapaz de asustarse con éste inocente juego. El niño de hoy es más receptivo para otra clase de juegos. Si el niño de ayer se asustaba con el fantasma, el niño actual no cree en ellos, y se ríe. Estas máscaras terroríficas del Helloween, no les causan ninguna sorpresa ni se inmutan. Lo mismo ocurre con el cine de terror.En las películas de antes, realizadas en blanco y negro, las escenas de terror nos infundían verdadera pavor. Hoy éste género de cine,  a los niños, adolescentes y jóvenes les hace reír, y lo manifiestan a carcajadazas. Y es que estas películas se hacen en color, que aunque ofrecen mayor realismo con los desgarros, mutilaciones y chorros de sangre, el público infantil se lo toma a guasa y cachondeo. Están en otra orbita. Al niño del siglo XXI, lo que le absorbe el seso, le preocupa y teme son los hipotéticos enemigos invisibles de las “maquinitas”, consolas y demás juegos y artilugios informáticos. Las películas en color rebajan la intensidad y el efecto del espanto que producían las rodadas en blanco y negro con sus sombras y  la complicidad de los  efectos especiales. Me vienen a la memoria películas como Las diabólicas, de Clouzot, o Psicosis de Alfred  Hitchcok, en donde el clima de tensión, inquietud y suspense que producían, no tienen nada que ver con las películas de terror de hoy, con mucha “sangre” o lo que es igual, más tomate que la tomatina de Buñol.

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