sábado, 20 de octubre de 2012

BEKENBAUER Y EL ARROZ CON COSTRA

 Quiero contar una anécdota de los años 70, con el protagonismo de un personaje famoso. El personaje, es un futbolista de leyenda,  Franz Bekenbauer, (Munich, 1946), reconocido como uno de los mejores del mundo. Se inició  en el Bayer Munich, y jugó a lo largo de su carrera profesional la Copa Mundial de Fútbol en los años 1966, 1970, y 1974. Una vez retirado, siguió en dicho deporte, como técnico, consiguiendo la Copa del Mundo en 1990 como entrenador de la selección alemana. Así pues fue campeón del Mundo como jugador y como preparador.
 
Hecha la presentación del personaje, voy a presentar el plato arroz con costra.  Es un plato típico de Orihuela y de Elche, que lo cocinan con algunas variantes respecto de los ingredientes utilizados aquí en Jávea. Los ingredientes son carne de ternera, costillas de cerdo, morcilla, blanquillo, patata, tomate y garbanzos, todo ello condimentado en cazuela de barro al horno y revestido de la capa de huevo o costra.
 
Este plato de arroz estuvo de moda en los años 60-70, gracias a la esmerada elaboración del mismo por parte de una de las ramas de la familia Castelló de Jávea, que regentaron el restaurante “La Valls de Castelló”, situado a unos pocos kilómetros de Jávea en dirección a Jesús Pobre, a la sombra del Montgó. Esta familia estaba compuesta por el matrimonio formado por Vicente Castelló y Maria Teresa, de cuya unión nacieron seis hijos llamados, Manuela, Pepe, Jaime, Paquita  Rosita y Teresa. Este matrimonio, a principios de los 60 tomó en arrendamiento un terreno rústico situado en la partida Valls, perteneciente a la Fundación del Asilo. Estos terrenos, se componían de un sequero, un caserón y un riu rau. Este matrimonio montó en la vieja casa un restaurante, con ambientación y decoración totalmente rústicos, en donde la mayor parte del año se comía y se cenaba al aire libre, en el lugar en que antigüamente la uva moscatel se doraba al sol hasta convertirse en pasa. La  calidad gastronómica y el gozo del buen comer, unido a la tranquilidad y serenidad  del Montgó, hicieron de este restaurante uno de los lugares más apetecidos. Sus especialidades eran el arroz con costra, el pollo a la almendra y las conocidas cocas del terreno. En aquellos 60, las referencias gastronómicas de los restaurantes de Javea, en plan rústico y en relación precio- calidad, eran “La Valls de Castelló”  y “La Calavera”, en La Plana, en donde su especialidad era el “pollastre espatarrat”. En plan más fino y de una mayor categoría social estaban “Casa Lázaro”, en el Camí Cabanes y ”Villa Selina”, en el Camí Vell de la Mar. Siguiendo con el restaurante de “La Valls de Castelló”, al jubilarse el matrimonio Vicente y Teresa, dejaron paso a sus hijos Manuela y Pepe Castelló, que lo regentaron junto con el hijo de éste ultimo Guillermo durante unos años. Con el tiempo la familia Castelló rescindió el arrendamiento de la partida Valls, para instalarse en el paseo de la playa del Arenal que en los principios de los 70 empezaba a poblarse de establecimientos de hostelería como cafés, bares y restaurantes.

Vuelvo a Benkenbauer. Como todo el mundo conoce, en los años 60 con la llegada del turismo, las empresas dedicadas  a la promoción inmobiliaria (VAPF, Toscamar, Caleta, La Nao,…) procuraban atraer personajes de Europa, con fines propagandísticos y de expansión del negocio. Del mundo del fútbol llegaron Franz Bekenbauer (alemán), Georg Best (inglés) y Jean Marie Pfaff (belga), que gozaron de su estancia en Javea y permanecieron algún tiempo en ella. En el verano del 73, mis padres se instalaron en la partida de La Guardia (Costa Nova), y un buen día habíamos encargado (para comer en casa) una cazuela de arroz en costra en el establecimiento de Castelló en el Arenal. Cogí el coche, y me dirigí a las 14,30 h. a recoger la comida. Cuando circulaba, por delante de los apartamentos La torre del castillo, en dirección al restaurante, se me cruzó por delante, un peatón, en  bañador, con paso lento y cansino, que me obligó a dar un fuerte frenazo para evitar el atropello. No recuerdo, si fue más grande la satisfacción de haber dominado el coche o la sorpresa de observar que el despistado bañista era el famoso futbolista. Este, se disculpó con la elegancia, deportividad y humildad de que gozan los grandes hombres.

    
Vicente Catalá Bover
Agosto 2012

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