jueves, 19 de marzo de 2020

AZORIN Y SU OPINION DE LOS POLITICOS


              Una de las cuestiones que más preocupan a la sociedad, es la actuación de los políticos, esas personas de cuya habilidad y como representantes de todos, esperamos que nos gobiernen pensando en el logro del bien común. Esa es en teoría la misión de los políticos y la aspiración de todo ciudadano. La política es una actividad humana sujeta a estudio y crítica. Al estudio de la política se dedicó el filósofo griego Platón (427-347 a. J.C.), el cual llegó a la conclusión  de que la responsabilidad del político exige una educación especial, aquella que conduce al hombre al conocimiento de la realidad ideal y al verdadero bien. Hoy quiero presentar a los lectores una fábula, un relato de imaginación (que encubre una verdad), del escritor de Monear, José Martínez Ruíz, Azorín (1873-1967), sobre el origen de los políticos. Por su interés lo reproduzco: “Cuando la especie humana hubo acabado de salir de las manos de Dios, vivió durante unos cuantos años contenta y satisfecha. Dios también estaba contento. Decididamente –-pensaba- he hecho una gran obra. Mis criaturas son felices, les he dado la belleza, el amor y la audacia, y por encima de todo, como don supremo, he puesto en sus cerebros la inteligencia. Estas criaturas, sin embargo gozaron breve tiempo de la dicha. Poco a poco se fueron tornando tristes. La tierra se convirtió en un lugar de amargura. Unos se desesperaban, otros se volvían locos, otros llegaban hasta quitarse la vida. Y todos convenían en que el origen de sus males era la inteligencia, que por medio de la observación y el autoanálisis les mostraba su insignificancia en el universo y les hacía sentir la inutilidad de la existencia en esta ciega y perdurable corriente de las cosas. Entonces estas desdichadas criaturas se presentaron a Dios para pedirle que les quitase la inteligencia. Dios, como es natural, se quedó estupefacto ante tal embajada… pero acabó por rendirse a las súplicas de los hombres. -Yo, hijos míos –les dijo-, no quiero que padezcáis sinsabores por mi causa; pero, por otra parte no quiero quitaros tampoco la inteligencia porque sé que no tardaríais en pedírmela otra vez. Además, entre vosotros no todos opinan de la misma manera;  hay algunos a quienes les parece bien la inteligencia; hay otros a quienes no les ha alcanzado ni una chispita en el reparto y quisieran tenerla. En fin, es tal la confusión, que para evitar injusticias, vamos a hacer las cosas de modo que todos quedéis contentos. Hasta ahora la inteligencia la llevabais forzosamente en la cabeza, sin poder separaros de ella. Pues bien; de aquí en adelante, el que quiera podrá dejarla guardada en casa para volverla a sacar cuando le plazca. Dicho esto, el buen Dios despidió… a sus hijos, que marcharon contentos. Cuando volvieron a sus casas se apresuraron a guardar cuidadosamente la inteligencia en los armarios y en los cajones. Sin embargo, había algunos hombres que la llevaban siempre en la cabeza; éstos eran unos hombres soberbios y ridículos que querían saberlo todo. Había otros que la sacaban de cuando en cuando, por capricho o para que no se enmoheciese. Y había, finalmente otros que no la sacaban nunca. Estos pobres hombres no la sacaban porque jamás la tuvieron; pero ellos se aprovecharon de la ordenanza divina para fingir que la tenían. Así, cuando les preguntaban en la calle por ella, respondían ingenuos y sonrientes: “¡Ah! La tengo muy bien guardada en casa.” Esta sencillez y ésta modestia encantaron a las gentes. Y las gentes llamaron a estos hombres los políticos, que es lo mismo que hombres urbanos y corteses. Y poco a poco estos hombres fueron ganando la simpatía y la confianza de todos, y en sus manos se confiaron los más arduos negocios humanos; es decir, la dirección y gobierno de las naciones. Así transcurrieron muchos siglos. Y como al fin todo se descubre, las gentes cayeron en la cuenta de que estos buenos hombres no llevaban la inteligencia en la cabeza ni la tenían guardada en casa. Y entonces pidieron que se restableciese el uso antiguo. Pero era ya tarde; la tradición estaba creada; el perjuicio se había consolidado. Y los políticos llenaban los parlamentos y los ministerios”. Hasta aquí, la ficción. Azorín, fue diputado, y  Subsecretario del Ministerio de Instrucción pública, por poco tiempo. Lo suyo era la literatura

Vicente Catalá 
Octubre 2013

AÑO NUEVO, POLITICA NUEVA


            Antiguamente cuando acababa el año viejo y empezaba el nuevo año, se decía “Año nuevo, vida nueva”. Esto lo aprendíamos de nuestros propios padres, los cuales velando por nuestra educación y formación trataban de inculcarnos propósitos para enmendar o corregir los errores que se oponían al normal desarrollo de su labor educadora. Estos al finalizar el año, nos recordaban que había que mejorar aspectos o conductas que no eran las correctas y adecuadas a lo que ellos pretendían. Si los estudios iban mal, había que mejorar las notas, haciendo esfuerzos en el nuevo año. Si la obediencia no era la debida (por razón de la rebeldía propia de la edad) había que someterse a lo mandado; y si el genio contestatario hacia los padres era elevado o abusivo, había que moderarlo. Así pues los padres, como responsables de la educación de los hijos nos inculcaban estos principios o consejos para el año que empezaba.
            A medida que el tiempo transcurre y vas pasando de la niñez, a la adolescencia y de ésta a la juventud, esta frase, de “Año nuevo, vida nueva” se queda grabada para toda la vida. Pero en cuanto se entra en edad, y se llega a la madurez este  lema desaparece. Este cambiar de vida, es más propio y adecuado para la juventud, que está en edad de crecer, formarse y hacer planificación de su vida. La gente mayor, ya no necesita proyectar nada, sino vivir lo mejor posible de lo que ya sembró en su día y momento.
            Este preámbulo viene a cuento para algo que quiero comentar que no tiene nada que ver con la educación, sino con la política. No me gusta hablar ni discutir de política. Todo lo mas analizar la trayectoria personal o profesional de algún político, pero sin grandes honduras. Los lectores del SEMANAL JAVEA saben que en mis colaboraciones nunca hablo de política, y si he hecho alguna referencia a los políticos o política en general lo he hecho basándome en autores, escritores o periodistas, como lo haré mas adelante.
            En estas fiestas navideñas, de siempre estábamos acostumbrados a que empezaran con las comilonas de navidad y nochevieja y terminaran con los Reyes. Este año, al celebrarse las elecciones generales el 20 de noviembre, hemos terminado el año con el cambio de gobierno. Este 2012 lo hemos estrenado con el nuevo gobierno del Partido Popular y el diario EL MUNDO decía el último día del año lo siguiente “El gobierno inicia el ajuste con un drástico hachazo fiscal. Vulnera su promesa electoral con fuertes subidas del IRPF, del IBI y del impuesto sobre el ahorro…Aquel “no subiré los impuestos” que Rajoy repitió por activa y por pasiva antes de las elecciones ha quedado en papel mojado… ha vulnerado de forma aplastante una promesa electoral”. Si todos los años empezábamos con las consabidas subidas del recibo de la luz, del pan, del gas…ahora, en este año, como decía el periódico ha venido el hachazo. Parece ser que la razón de éste estacazo a los contribuyentes se debe a que el gobierno socialista ha dejado al PP un déficit del Estado muy superior al esperado.
            Así pues, nada de vida nueva. Más bien vida negra. Después de los debates, enfrentamientos y descalificaciones parlamentarias entre los políticos representantes de los diversos partidos, creíamos que la solución a los problemas de la nación y a la salida de la crisis se produciría por vía de otros caminos o soluciones no tan cruentas como las que se nos acaba de anunciar.
            Leí hace poco en un periódico, cuyo nombre no recuerdo, que los políticos no son de fiar, y han perdido credibilidad. Sobre los políticos voy a dar la opinión del catedrático de Filología Clásica y miembro de la Real Academia de la Historia, Francisco Rodríguez Adrados, en su obra Hombre, política y sociedad en nuestro mundo (Espasa Calpe, S.A. 2008). Dice así: “Los políticos no tienen mucho prestigio en estos tiempos. Se les acusa de ser meros buscadores del poder. Con tal de tenerlo o conservarlo, se dice, cambian de programa e incumplen sus promesas, Y una vez que lo tienen, abusan, se dejan corromper y corrompen. El deseo de poder es connatural al hombre y a las sociedades. El político es un atleta. Todo lo soporta para alcanzar el triunfo: jornadas de trabajo interminables, viajes agotadores, comidas que le estropean el estómago, esfuerzo constante en circunstancias mil. Abandona su profesión, se aleja de su familia, pasa por montes y montañas…Toda la vida política, y más en época de elecciones, está dominada por una serie de eslóganes y latiguillos, de palabras y frases que presentan, como en una píldora, programas e ideas de futuro… La política busca resultados.” Este autor termina de esta manera: “Tanto ofrecer el cambio y la felicidad lleva al gran batacazo…llevan las desprestigio del político, a la frustración del pueblo… y a un nuevo programa que un rival presentará ofreciendo que esta vez sí que vendrá el cambio”,
            Y de nuevo, a empezar los enfrentamientos y las descalificaciones.



1 de enero de 2012
Vicente Catalá Bover



miércoles, 18 de marzo de 2020

ALIVIO DE PARROCOS


          Hace unos días llegó a mis manos, un librito titulado “Alivio de párrocos”, y por la originalidad  del título me puse a hojearlo con curiosidad. Se trata de una obra religiosa, escrita y editada en Madrid en 1857, por un párroco anónimo, en donde escribe todas las pláticas que deben predicar los párrocos en los pueblos, en cumplimiento de su sagrado deber pastoral. Cada domingo o festivo, tiene  su plática adaptada a la liturgia de esa festividad.
            Me he detenido en las páginas dirigidas a la santificación de las fiestas, el primer mandamiento de la Iglesia: Oír misa entera todos los domingos y demás fiestas de precepto, y no realizar trabajos serviles. Es decir  no trabajar.
            ¿Cómo conseguía la Iglesia (poder espiritual), hacer cumplir el mandato de santificar las fiestas, y en definitiva no trabajar? Pues simplemente buscando el brazo del poder temporal, el Estado.
            Abriendo el libro, su contenido recoge recomendaciones, consejos y amenazas como éstas, que por su curiosidad transcribo: “Para santificar las fiestas se requieren dos cosas: primera, no trabajar, y segunda, hacer obras de piedad y de Religión. Si Dios nos prohíbe trabajar en los días de fiesta, no es para que nos entreguemos a la ociosidad, ni a las diversiones… sino a darle culto y veneración… “. “La codicia  de trabajar los días de fiesta atrae los pedriscos, el trastorno de las estaciones de los tiempos y una infinidad de calamidades. San Vicente, decía, que mientras no se santifiquen bien las fiestas, no cesarán los males que afligen al mundo”. Estas recomendaciones y otras del mismo estilo, eran la voz del poder espiritual. Ahora veamos lo que decía el Estado, poder temporal.
            En las Ordenanzas municipales de Jávea de 1953, del alcalde D. Juan José Tena,  aparecía la siguiente declaración: “Siendo la Religión del Estado la Católica Apostólica Romana, ella es la única que tiene derecho a manifestaciones de su culto… con toques de campana, celebrar procesiones, romerías, jubileos…las autoridades eclesiásticas pondrán en conocimiento de la autoridad local todo acto externo del culto… en las iglesias los asistentes estarán con reverencia, guardando el respeto…”
            Pero mucho antes de 1953, el Gobierno de Franco, había dictado  el l3 de julio de 1940, la Ley del descanso dominical, en donde, también por curiosidad le he echado un vistazo, y he encontrado  consignas como éstas: “La voluntad firme del Estado español declarada en el Fuero del Trabajo, de renovar la tradición católica…. requiere absoluto respeto a las leyes divinas… el descanso dominical y otros principios de hondo contenido cristiano…Este el preámbulo de la ley, para seguidamente ordenar: “Queda prohibido en domingo y en las fiestas de carácter religioso, todo trabajo material… sin más excepciones que las expresadas en ésta Ley
            Esta Ley, fue desarrollada por un Reglamento, y éste a su vez lo fue por  Órdenes ministeriales, dirigidas a los Delegados Provinciales de Trabajo, y éstos a su vez ordenaron el cumplimiento de la ley a los Inspectores de Trabajo, con la misión de velar  que nadie trabajara en festivos, bajo amenaza de expediente gubernativo y sanción
En definitiva, no se podía trabajar cara al público, bajo multa de 25 a 250 pesetas. Era tal la colaboración del Estado con la Iglesia, que las autoridades laborales (Inspectores de Trabajo) y las autoridades gubernativas (Guardia Civil) trabajaban de común acuerdo a través de un sigiloso y discreto sistema de chivatazos, soplos ó  confidencias, que hacían cumplir el mandato legal  de abstenerse de trabajar en días festivos, con la esperanza y alegría pastoral de la Iglesia de que esos “descarriados” trabajadores dedicaran el domingo a sus deberes religiosos.
Recuerdo una anécdota de esos años 50. Yo, vivía en el Montañar, cerca de la casa del abogado D. Romualdo Catalá Guarner, que tenia su bufete en Denia, al cual acudía diariamente con su flamante y espectacular Buick negro. Junto a su casa y huerto de naranjos, tenía una modesta casa, con corrales para gallinas, conejos, cerdos… que cedía en calidad de precario (sin pagar alquiler), a familias necesitadas del pueblo. Un día decidió adecentar el exterior de la misma, y contrató a un encalador conocido por el sobrenombre de “El ballaor”, para que le blanqueara la casa un domingo, puesto que en los demás días hábiles tenía que atender el despacho y acudir a los señalamientos del Juzgado. Cuando “El ballaor”, caña en ristre, con la escobilla atada al extremo de la misma y cubo de cal a su vera, se hallaba en plena faena de dar color a la casa, fue sorprendido por un agente del orden que paralizó el trabajo del encalador y le sancionó con arreglo a la ley. Años más tarde, esta blanca casita y sus animales se los llevó un fuerte temporal de mar.
Las cosas de entonces y de ese siglo XX eran así.


Vicente Catalá Bover

AL ESTE DE JAVA

            Hace unas semanas, comentaba en éstas páginas, el rodaje que tuvo lugar en septiembre de 2010 en la Granadella, de algunas de las secuencias de la película “The old Light if day”, de Bruce Willis, y la comparaba en cuanto a medios y efectos especiales con la que se rodó en 1959 “El hombre de la isla” dirigida por Vicente Escrivá y protagonizada por Francisco Rabal. Sobre ella aún contare cosas algún día.
            Ahora quiero hablar de la superproducción norteamericana “Al este de Java” (“Krakatoa, east of Java” en versión original), cuyos exteriores se rodaron en Denia y Jávea en 1969. La película tuvo un gran reparto, con actores de la talla como Maximilian Schell, Diane Baker, y Rossano Brazzi, dirigida por Bernard Kowalski. Es una película de aventureros, en busca de un tesoro, con un final de catástrofe histórica.
            Haciendo un poco de historia, o mejor de geografía, Java es una isla de Indonesia, en el sureste asiático, entre el océano Pacifico y el océano Indico. Esa zona asiática agrupa muchas islas, con fuerte tendencia volcánica, siendo las más importantes Sumatra y Java. Entre éstas dos, se encuentra la pequeña isla de Krakatoa.
            Descubrí el rodaje en Denia por casualidad. Había acudido a Suministros Navales Noguera para interesarme por un motor fuera borda, cuando observé que cerca de allí y junto a un muelle próximo, había un numeroso grupo de personas. Me informaron  que se estaba rodando una película, y la curiosidad me llevó hasta allí. Presencié, rodeado de una multitud expectante, unas secuencias de la película en cuestión. Había un viejo y herrumbroso barco de carga del siglo XIX, atracado en el muelle, que lucía en sus descoloridas amuras el nombre de “Batavia Queen” y del que descendían lentamente por una escala, una serie de personas. Unos, eran pasajeros del buque y otros, lo constituían unos individuos andrajosos, mal encarados y encadenados, que eran custodiados y conducidos por un pelotón de soldados. Al terminar la sesión me acerque a un empleado de la productora, que retiraba cables y focos, y me comunicó que en los días siguientes el equipo se trasladaría a Javea para proseguir la película.    
            El rodaje en Javea no fue como en Denia, que lo fue en espacio abierto, a la vista de la curiosidad de la gente. Aquí, se rodaron secuencias en el fondo del mar y en aguas del cabo de La Nao. Ahora lo explico.
            Como todo el mundo sabe el Club Náutico de Javea se construyó en 1964, en los terrenos del muelle Norte del puerto, frente a la bocana. En un principio el edificio social no ocupaba toda la superficie ni la longitud sobre el firme del muelle que ahora tiene. La parte actual que hoy ocupa la piscina, y el dique para limpieza y pintado de fondos, se construyó años mas tarde. En esa zona, la productora de la película, construyó una maqueta de madera a escala real, de la estructura de una cubierta de barco, con todos los componentes asentados en la misma. Es decir, las escotillas de acceso a las bodegas, los tambuchos para el tránsito de tripulantes y pasajeros hacia el interior del buque, el barandillaje sobre la borda, las cornamusas y bitas para el amarre de cabos…etc.
            Una vez recreada con madera ésta cubierta, con todos sus elementos náuticos, fue “botada” a las aguas del puerto sobre unas boyas. Previamente, éste esqueleto o armazón fue tratado con pinturas, para darle el efecto de la oxidación de los hierros por efecto de la corrosión del mar.
            Una vez conseguido el trucaje de transformar la madera en hierro  oxidado, la estructura de la falsa cubierta fue remolcada por una gabarra, que tras doblar la escollera de Levante, la situó  a 100 metros de la cala del Tangó (playa del Pope). Una vez allí, y liberadas las boyas, el tinglado, con ayuda de unos submarinistas y el lastre de unos “muertos” quedó sumergido en el fondo, simulando un pecio (barco hundido), y listo para rodar episodios en las profundidades del mar.
            En ese fondo marino, los actores especialistas y el equipo técnico filmaron las secuencias relacionadas con el argumento de la película.
            En el cabo de La Nao, se filmaron las escenas que hacen referencia al hecho histórico de la explosión volcánica que en 1883 destruyó la mayor parte de la isla Krakatoa, con 36.000 muertos.
            En las secuencias del volcán, vomitando fuego por su cráter y el maremoto que le siguió, los efectos especiales fueron  dignos de una superproducción.
            Para finalizar diré que la crítica no la trató muy bien. Y perdió el “rumbo”.Vean un ejemplo: “Su principal problema radica en que la aparatosidad se impone sobre la entidad de una historia que acaba resultando un tanto dudosa. La supuesta Java está localizada en parajes mallorquines que no acaban de resultar demasiado creíbles
            ¡Vaya pérdida del rumbo!

Vicente Catala Bover

ADIOS A ANTONIO BAÑULS

Amable lector, esta breve colaboración  es una nota necrológica del ilustre personaje de Jávea, Antonio Bañuls, “fallecido” a consecuencia de desaparición  súbita del callejero municipal acordada por el Ayuntamiento, al sustituir la calle que llevaba su nombre por la de Palmela (Portugal) , en virtud del hermanamiento entre dicha ciudad (16.0000  hab.) y Jávea.

No voy a entrar a valorar ni a poner en tela de juicio las razones o fundamentos que han llevado a la Corporación  local  para suprimir el nombre de Antonio Bañuls, persona vinculada a la historia de Jávea, y sustituir su calle por una ciudad portuguesa, cuya vinculación con Jávea, que yo sepa, no es notoria o conocida por la mayoría de la población. Si han existido razones para la sustitución, lo cierto es que no ha habido información al respecto. En la Policía Local, que entre otros asuntos, informan del callejero municipal, no pueden dar explicaciones del motivo de la desaparición de Antonio Bañuls.

Exceptuando a los Reyes Jaime I y Juan Carlos I, que también tienen calles a su nombre, podría decirse que Antonio Bañuls es la persona  de más peso histórico de Jávea, debido a su vinculación con el rey Felipe III, del que fue su mayordomo. Su supresión del callejero supone una ingratitud histórica del Ayuntamiento hacia su persona.

Para los no familiarizados con la historia de Jávea, aprovecharé estas líneas para decir algo de la vida de éste señor.

Como he dicho, Antonio Bañuls, fue hombre de confianza de Felipe III, y nadie mejor que el profesor Juan Bta. Codina Bas para ilustrarnos sobre este personaje. En su libro DESDE JAVEA (Valencia 1985, págs.136-137), nos dice lo siguiente:

“ANTONIO BANYULS.- La calle Antonio Banyuls es la situada perpendicularmente entre la avenida de Ramón Llidó y la calle Azorín, paralela a la de Maria Rosa Guardiola. Se encuentra dentro de la zona de ensanche obtenida de la partida “Freginal” y en el grupo de viviendas “Juan Ramos”…

Más adelante, y siguiendo a R.Chabás, el profesor Codina nos dice:

“Antonio Banyuls vivió ente 1582 y 1662.  A caballo entre los dos siglos. Parece que estuvo en Jávea con el Duque de Lerma, el entonces Príncipe de Asturias, que luego sería Felipe III. Jugaron ambos una partida de pelota e incurrió en príncipe en falta, reclamando el duque el derecho de triunfo. Nadie se atrevió a terciar en la contienda hasta que Antonio Banyuls dijo: “S.M. no tiene falta ninguna, pero esa jugada ha sido  falta”. A partir de entonces entró al servicio del Duque de Lerma. En tiempo de la privanza de éste quiso tenerle el Marqués de Denia cerca del rey y sirvió a Felipe III y Felipe IV. Él se llamaba “humilde escudero de S.M.” y a instancias de él se encuentran detalles que beneficiaron a la población, como la fortificación de la puerta del Mar de las murallas en 1.639. El rey le dio una fuerte suma de dinero para que edificase una casa, la que hoy es museo, en calle Primicias, y al presentar cuentas a éste el monarca murmuró, al ver el poco dinero empleado, “seguramente te has hecho una cabaña”.El 13 de diciembre de 1649, Felipe IV nombra a Antonio Banyuls  para ocupar la “primera escrivanía que vaque” en la real audiencia de Valencia, pudiendo cederla en vida o muerte a sus hijos y nietos. En los últimos años de su vida la apoplejía le tuvo en cama, muriendo a los 80 años, después de recibir los sacramentos administrados por el vicario Mosén Sebastián Borrull; fue enterrado en el “pas de les ánimes” y dejó testamento recibido por Antonio Vidal.”

Hecha la despedida, descanse en paz Antonio Bañuls en el archivo municipal.

Vicente Catalá Bover
          

lunes, 10 de marzo de 2014

EL CASCO VIEJO (II)


En mi artículo anterior,  les decía que en las poblaciones con historia, había dos tipos de cascos viejos: los bulliciosos, ruidosos y atiborrados de testimonios folclóricos para atracción y reclamo de visitantes, para explotar comercialmente sus reliquias, y los cascos pacíficos, austeros y privados de ruidos en los que el turista se asoma a la historia y absorbe la belleza de sus calles, caserones y monumentos. En las localidades de la Costa Blanca, abundan los primeros, pero Jávea es la excepción. ¿Por qué es tranquilo y silencioso el casco viejo? Lo explicaré en estas líneas a los lectores que no conozcan la historia de esta villa. Les contaba en mi colaboración anterior, que unos forasteros transitando el verano pasado por el centro histórico, comentaban que ante el silencio y escaso deambular de vecinos por sus calles, les dio la impresión de hallarse en un pueblo abandonado y carente de vida. Un pueblo muerto, como se define corrientemente. La razón de esta quietud urbana es la existencia de un fenómeno social, que define la personalidad de la villa de Jávea y de sus javienses como pueblo agrícola que ha sido. Este acontecimiento puntual, producto del verano, es conocido como la “renda”, y se manifiesta en el éxodo o huida de la población hacia el campo con el fin de instalarse en la “caseta” y dedicarse a la recolección de la producción agrícola en sus distintas variedades (cereal, hortaliza, vid,…etc.). Esta actividad de mudarse a pie de cosecha, se conoce con el nombre de “anarse a fer la renda”. El ilustre escritor javiense Ramón Llidó, en su documentado libro Jávea (1964) hace alusión a esta cuestión diciendo: “El término municipal de la villa de Jávea está salpicado de un inmenso caserío que recoge durante la estación estival el éxodo total de los javienses del casco de la población. Se instalan en casas campesinas, las cuales, en sus inmensa mayoría, están dotadas de cuatro elementos arquitectónicos fundamentales: 1º.  La naya…2º. La habitación vivienda. 3º. Un patio o corral abierto…; y 4º. Una cuadra para las caballerías”...”. El casco viejo de Jávea, tanto en verano como en invierno está impregnado de una fragancia que transmite la sensación de estar inmerso en la antigüedad. El silencio ambiental de sus calles y vecinos, hace que el visitante absorba con facilidad las formas de la convivencia de sus antepasados. Hoy, en el siglo XXI, el centro histórico, y sus vías públicas están más calmadas que hace cincuenta o más años. Las causas de este sosiego  se deben a tres estadios de la vida: los niños, los jóvenes y los mayores. En mis años de escolaridad, por los 50 del siglo pasado, los niños y niñas, acabadas sus obligaciones en  las escuelas, inundaban las calles de la villa con sus juegos y travesuras. La chiquillería con sus estridentes y ensordecedores gritos llenaban de vida los espacios abiertos, saltando y  brincando entre los pacíficos transeúntes. Los jóvenes ocupaban las calles para el delicioso “passeig” y los mayores hacían lo propio para la “vetla” en las aceras. Hoy día, estos encuentros sociales han desaparecido. Actualmente,  la chiquillería ha dejado de existir como elemento  de animación callejera. La juventud no pasea y los mayores no conversan como antes. Los niños, los grandes ausentes,  no necesitan la calle.  Antes, al cumplirse el horario escolar, salían de estampida hacia la calle ansiosos de retozar, brincar y saltar, dando rienda al cuerpo. Los juegos infantiles han desaparecido. Hoy, el niño, al salir del cole, se dirige a su casa, y se encierra en su mundo tecnológico manipulando hábilmente móviles, consolas de juegos, internet, whatsapp, redes sociales, lanzamiento de mensajes… Para terminar y dar la última pincelada sobre el casco diré que el casco antiguo de Jávea se distingue de los demás cascos, en que le falta el emblemático y característico casino antiguo, entendido como tal el lugar social del pueblo, en donde se va a matar el tiempo charlando, leyendo y jugando. Esos casinos producían la sensación de sopor y falta de ganas de hacer algo. Hubo un primitivo casino instalado en la calle Alfonso XII, pero fue derribado en 1895 para construir un teatro, que más tarde fue el cine Espinós. Con la fundación de la Cooperativa Agrícola Jesús Nazareno en 1919, se construyó un local social en la calle Mayor, al lado del almacén de la misma., que hizo las veces de casino-bar, pero nunca llegó a tener la categoría de un centro cultural y social definidor de la idiosincrasia javiense.

 
                                     Vicente Catalá Bover
                                      Enero 2014

EL CASCO VIEJO (I)


Casco viejo, casco antiguo o centro histórico, como queramos llamarle. A eso me voy a referir en estas líneas, que ven por primera vez el recién estrenado 2014. No sé si mi pluma (que comienza ahora este artículo) dará para más o para menos en éste tema. Viene la cosa a cuento, a raíz de una conversación oída éste verano en el centro histórico, en una soleada y calurosa mañana de agosto, en la que dos forasteros caminando por un solitario y silencioso callejón, le decía uno al otro: “¡Este pueblo está muerto, no hay nadie!”. Andaban ligeros y tenían el aspecto de ejecutivos, por la traza de sus vestimentas. Curioseaban, a su paso, casas y balcones. La tranquilidad callejera y el sosiego reinante les llevó a pensar que allí no había vida, y por deducción llegaron a la conclusión de que el casco viejo estaba muerto. ¡Qué equivocados estaban! Aún añadieron: ¡Parece un pueblo abandonado! Estas impresiones llegadas a mis oídos gracias a la quietud reinante, me llevaron a hacer unas reflexiones sobre nuestro casco histórico. Empecemos por el principio. Entendemos por casco o centro histórico de la villa de Jávea el conjunto de edificios y monumentos dentro de las murallas que la rodeaban, construidas en 1306 por orden del rey Jaime I y derribadas en 1873, para ensanche del núcleo urbano. Para entrar en el recinto amurallado, se hacía por varias puertas llamadas Portal de la Ferrería o de Sant Vicent, el Portal del Clot o de Sant Jaume y la Porta de la Mar. Más tarde, se abrió el Portal Nou. La villa, durante muchos siglos, tuvo el aspecto de pueblo seguro, protegido y fortificado. Sin pretender ser un entendido en materia de arquitectura urbana, hay que afirmar que el centro urbano tiene una notable personalidad artística. Haciendo un recorrido por sus estrechas calles se observa la originalidad y limpieza de sus edificios. Las fachadas de sus casas son blancas de cal, su anchura es la de un carro agrícola y su capacidad es la de dos plantas para vivir y una cambra para guardar la cosecha y la matanza. Los portales de las casas son redondos (los menos) o rectangulares (los más), enmarcados con piedra tosca, el elemento decorativo de la arquitectura local. De vez en cuando, en el recorrido urbano encontramos casones solariegos del siglo XVIII que lucen el escudo heráldico de alguna familia de alcurnia, como los Cruañes, en el carrer En Grenyó. Las ventanas de las plantas bajas están protegidas por artísticas rejas que sobresalen sobre las diminutas y escasas aceras. En muchas entradas a las casas y asimismo en las esquinas de las calles estrechas, se adosaban unos poyetes de piedra para evitar la rozadura de las ruedas de los carros o carruajes, con el fin de proteger los edificios y las viviendas. La propia fisonomía y trazado de todas las vías públicas y su carencia de circulación de vehículos, favorece el buen estado de limpieza de sus calles. Se ha cuidado  mucho el aspecto vial del casco antiguo, debido principalmente a dos factores determinantes: por una parte el estímulo y vocación de los vecinos por mantener su espacio público aseado, y por otra parte la colaboración del Ayuntamiento promoviendo las campañas de engalanado de calles y plazas.

La visita y contemplación de un casco viejo, como residuo de otros tiempos, sea de donde sea, nos remite a fantasías históricas. Ahora, me toca analizar las dos clases de cascos antiguos con que nos podemos encontrar: aquellos que son tranquilos y silenciosos en donde se respira la tradición y la belleza de sus caserones y palacios históricos, y aquellos otros, bulliciosos, ruidosos y folclóricos. Hay cascos viejos con solera y cultura ancestral, que por estar situados en zonas de atracción turística, sus dirigentes, para lograr una mayor demanda de visitantes y excursionistas domingueros, ofrecen en sus calles, plazoletas y monumentos, una serie de atractivos recuerdos folclóricos y símbolos deportivos, taurinos...(camisetas, banderillas…), de tal modo que algún turista sale más reconfortado culturalmente del casco habiendo adquirido y enfundado la camiseta de Messi, de Ronaldo o de cualquier fenómeno de la Roja, que habiendo tomado conocimiento de cualquier palacio o fortaleza, y su papel en la Historia. Las visitas a estos cascos, con promociones más dirigidas al comercio que al conocimiento histórico, no transmiten el sabor de la antigüedad ni la sensación del pasado. Se acabó por hoy. Seguiremos hablando del casco viejo.

  
                                             Vicente Catalá Bover
                                              Diciembre 2014