lunes, 10 de marzo de 2014

EL CASCO VIEJO (I)


Casco viejo, casco antiguo o centro histórico, como queramos llamarle. A eso me voy a referir en estas líneas, que ven por primera vez el recién estrenado 2014. No sé si mi pluma (que comienza ahora este artículo) dará para más o para menos en éste tema. Viene la cosa a cuento, a raíz de una conversación oída éste verano en el centro histórico, en una soleada y calurosa mañana de agosto, en la que dos forasteros caminando por un solitario y silencioso callejón, le decía uno al otro: “¡Este pueblo está muerto, no hay nadie!”. Andaban ligeros y tenían el aspecto de ejecutivos, por la traza de sus vestimentas. Curioseaban, a su paso, casas y balcones. La tranquilidad callejera y el sosiego reinante les llevó a pensar que allí no había vida, y por deducción llegaron a la conclusión de que el casco viejo estaba muerto. ¡Qué equivocados estaban! Aún añadieron: ¡Parece un pueblo abandonado! Estas impresiones llegadas a mis oídos gracias a la quietud reinante, me llevaron a hacer unas reflexiones sobre nuestro casco histórico. Empecemos por el principio. Entendemos por casco o centro histórico de la villa de Jávea el conjunto de edificios y monumentos dentro de las murallas que la rodeaban, construidas en 1306 por orden del rey Jaime I y derribadas en 1873, para ensanche del núcleo urbano. Para entrar en el recinto amurallado, se hacía por varias puertas llamadas Portal de la Ferrería o de Sant Vicent, el Portal del Clot o de Sant Jaume y la Porta de la Mar. Más tarde, se abrió el Portal Nou. La villa, durante muchos siglos, tuvo el aspecto de pueblo seguro, protegido y fortificado. Sin pretender ser un entendido en materia de arquitectura urbana, hay que afirmar que el centro urbano tiene una notable personalidad artística. Haciendo un recorrido por sus estrechas calles se observa la originalidad y limpieza de sus edificios. Las fachadas de sus casas son blancas de cal, su anchura es la de un carro agrícola y su capacidad es la de dos plantas para vivir y una cambra para guardar la cosecha y la matanza. Los portales de las casas son redondos (los menos) o rectangulares (los más), enmarcados con piedra tosca, el elemento decorativo de la arquitectura local. De vez en cuando, en el recorrido urbano encontramos casones solariegos del siglo XVIII que lucen el escudo heráldico de alguna familia de alcurnia, como los Cruañes, en el carrer En Grenyó. Las ventanas de las plantas bajas están protegidas por artísticas rejas que sobresalen sobre las diminutas y escasas aceras. En muchas entradas a las casas y asimismo en las esquinas de las calles estrechas, se adosaban unos poyetes de piedra para evitar la rozadura de las ruedas de los carros o carruajes, con el fin de proteger los edificios y las viviendas. La propia fisonomía y trazado de todas las vías públicas y su carencia de circulación de vehículos, favorece el buen estado de limpieza de sus calles. Se ha cuidado  mucho el aspecto vial del casco antiguo, debido principalmente a dos factores determinantes: por una parte el estímulo y vocación de los vecinos por mantener su espacio público aseado, y por otra parte la colaboración del Ayuntamiento promoviendo las campañas de engalanado de calles y plazas.

La visita y contemplación de un casco viejo, como residuo de otros tiempos, sea de donde sea, nos remite a fantasías históricas. Ahora, me toca analizar las dos clases de cascos antiguos con que nos podemos encontrar: aquellos que son tranquilos y silenciosos en donde se respira la tradición y la belleza de sus caserones y palacios históricos, y aquellos otros, bulliciosos, ruidosos y folclóricos. Hay cascos viejos con solera y cultura ancestral, que por estar situados en zonas de atracción turística, sus dirigentes, para lograr una mayor demanda de visitantes y excursionistas domingueros, ofrecen en sus calles, plazoletas y monumentos, una serie de atractivos recuerdos folclóricos y símbolos deportivos, taurinos...(camisetas, banderillas…), de tal modo que algún turista sale más reconfortado culturalmente del casco habiendo adquirido y enfundado la camiseta de Messi, de Ronaldo o de cualquier fenómeno de la Roja, que habiendo tomado conocimiento de cualquier palacio o fortaleza, y su papel en la Historia. Las visitas a estos cascos, con promociones más dirigidas al comercio que al conocimiento histórico, no transmiten el sabor de la antigüedad ni la sensación del pasado. Se acabó por hoy. Seguiremos hablando del casco viejo.

  
                                             Vicente Catalá Bover
                                              Diciembre 2014

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