Un año más de nuestra vida, y ya
está aquí de nuevo la Navidad; aunque la
verdad sea dicha llevamos un par de meses “saboreando” la dichosa Navidad:
Feliz para unos y molesta para otros.
Hablaremos, como en estos últimos años de ésta festividad, respetando todas las
opciones. La Navidad, hoy día, es un fenómeno sociológico de masas digno de
estudio y de observación por lo que se
refiere al comportamiento del individuo. Es en estos últimos tiempos, de
globalización y del estado del bienestar es cuando se convierte en dificultad
la tarea de definir y dar el significado exacto a esta fiesta. Si consultamos
cualquier diccionario de la lengua, nos encontramos con una respuesta puntual y
sencilla, en la que se nos dice que la Navidad quiere decir el nacimiento de
Jesús, y el tiempo que abarca, que normalmente es hasta Reyes. No añade ninguna
otra interpretación. El caso es que este significado, único y originario de la
palabra, está obsoleto, desfasado y olvidado por una importante mayoría de la
población, aunque esta sea y se identifique como cristiana. Modernamente, el
mundo vive otra Navidad, muy distinta a la que dio sentido a su origen
histórico. Es otra mentalidad, otro mundo, otra dimensión social. La sociedad,
dentro del mundo globalizado en que estamos inmersos, vive la dimensión de otro
tipo de fiesta. Hoy las Navidades, despiertan unos estímulos y sensaciones que
se traducen en sentimientos de afectividad hacia la familia y hacia los demás
mortales. Estos afectos se traducen en una ansiedad y pasión desenfrenada por
echarse a la calle y cargar de regalos. La Navidad, lejos de su origen se
centra en esa actividad económica, ciñéndose a las compras, reuniones y
abundantes comilonas. El mundo ha dado la espalda a la fiesta tradicional, y se
hace necesario definirla para los futuros diccionarios. En un nuevo
diccionario, la palabra Navidad tendría una nueva acepción. El primer
significado, viene expresado de una forma escueta diciendo: “1.Navidad,
nacimiento de Jesús”. 2. Tiempo que va desde dicho día hasta la Epifanía”. La nueva
significación sería de esta forma: “3. También se entiende por Navidad las
fiestas que se celebran en el orbe cristiano, que en recuerdo de los presentes
ofrecidos por unos magos de Oriente al Hijo de Dios, nacido en Palestina, todos
los habitantes del mundo se dedican con fruición y complacencia a la
gastronomía y se obsequian mutuamente con regalos”. Este año he titulado mi
artículo “Las felices, empalagosas y cansinas navidades”. Con ello creo dar
gusto a todos. Estos tres adjetivos califican la calidad de la Navidad y su
explicación en las diferentes edades de la persona y su entorno. Las Navidades
son felices en la edad temprana de la niñez, la adolescencia y la juventud. Esa
etapa de la vida se nutre de esperanzas en estas festividades: se relajan las
obligaciones escolares, crece la ilusión por la llegada de los Magos o del Papá
Noel, los regalos y aguinaldos, todo ello con la familia al completo alrededor
del Belén o del árbol. Es una parte de nuestra existencia idealizada y carente
de las contrariedades y adversidades que están por llegar. Transcurrida ésta
fase se entra en la madurez, donde la fiesta a base de repeticiones anuales,
entra en la monotonía y produce cansancio, hastío y fastidio. Los preparativos y
planes son los mismos de años anteriores, provocando la sensación de empalago y
ganas de que terminen. Llegada la vejez, la fiesta es cansina y pesada. Todos
los ingredientes de la misma son los habituales de las otras edades, desde
cuando éramos niños. Esas Navidades son cansinas porque el primer brote
(palabra utilizada por Zapatero) de la Navidad aparece en julio con la lotería,
y acaban siendo machaconas. Te machaca el comercio pidiendo que compres el
cordero y el marisco en Noviembre para no castigar el bolsillo. Hay que llenar
la nevera en noviembre. Esto no lo comprendo, o sea a más consumo más precio.
Tendría que sacar mis apuntes de Economía de la Facultad para comprenderlo. También
te machaca Hacienda, recortando la ilusión de la lotería con un bocado del
veinte por ciento y finalmente te machaca el ambiente callejero con su ruido y
bullicio de villancicos, papánoeles callejeros y luminarias en calles, balcones
y establecimientos. A pesar de ser empalagosas y cansinas, aún tenemos fuerza (¿o
hipocresía?) para desear que sean felices para todos, familia y los demás. A
pesar de parecer crítico y severo, deseo, a mis lectores y al equipo que hace
el Semanal, lo mejor para el año entrante.
Vicente Catalá
Bover
Diciembre 2013
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