lunes, 10 de marzo de 2014

EL CASCO VIEJO (II)


En mi artículo anterior,  les decía que en las poblaciones con historia, había dos tipos de cascos viejos: los bulliciosos, ruidosos y atiborrados de testimonios folclóricos para atracción y reclamo de visitantes, para explotar comercialmente sus reliquias, y los cascos pacíficos, austeros y privados de ruidos en los que el turista se asoma a la historia y absorbe la belleza de sus calles, caserones y monumentos. En las localidades de la Costa Blanca, abundan los primeros, pero Jávea es la excepción. ¿Por qué es tranquilo y silencioso el casco viejo? Lo explicaré en estas líneas a los lectores que no conozcan la historia de esta villa. Les contaba en mi colaboración anterior, que unos forasteros transitando el verano pasado por el centro histórico, comentaban que ante el silencio y escaso deambular de vecinos por sus calles, les dio la impresión de hallarse en un pueblo abandonado y carente de vida. Un pueblo muerto, como se define corrientemente. La razón de esta quietud urbana es la existencia de un fenómeno social, que define la personalidad de la villa de Jávea y de sus javienses como pueblo agrícola que ha sido. Este acontecimiento puntual, producto del verano, es conocido como la “renda”, y se manifiesta en el éxodo o huida de la población hacia el campo con el fin de instalarse en la “caseta” y dedicarse a la recolección de la producción agrícola en sus distintas variedades (cereal, hortaliza, vid,…etc.). Esta actividad de mudarse a pie de cosecha, se conoce con el nombre de “anarse a fer la renda”. El ilustre escritor javiense Ramón Llidó, en su documentado libro Jávea (1964) hace alusión a esta cuestión diciendo: “El término municipal de la villa de Jávea está salpicado de un inmenso caserío que recoge durante la estación estival el éxodo total de los javienses del casco de la población. Se instalan en casas campesinas, las cuales, en sus inmensa mayoría, están dotadas de cuatro elementos arquitectónicos fundamentales: 1º.  La naya…2º. La habitación vivienda. 3º. Un patio o corral abierto…; y 4º. Una cuadra para las caballerías”...”. El casco viejo de Jávea, tanto en verano como en invierno está impregnado de una fragancia que transmite la sensación de estar inmerso en la antigüedad. El silencio ambiental de sus calles y vecinos, hace que el visitante absorba con facilidad las formas de la convivencia de sus antepasados. Hoy, en el siglo XXI, el centro histórico, y sus vías públicas están más calmadas que hace cincuenta o más años. Las causas de este sosiego  se deben a tres estadios de la vida: los niños, los jóvenes y los mayores. En mis años de escolaridad, por los 50 del siglo pasado, los niños y niñas, acabadas sus obligaciones en  las escuelas, inundaban las calles de la villa con sus juegos y travesuras. La chiquillería con sus estridentes y ensordecedores gritos llenaban de vida los espacios abiertos, saltando y  brincando entre los pacíficos transeúntes. Los jóvenes ocupaban las calles para el delicioso “passeig” y los mayores hacían lo propio para la “vetla” en las aceras. Hoy día, estos encuentros sociales han desaparecido. Actualmente,  la chiquillería ha dejado de existir como elemento  de animación callejera. La juventud no pasea y los mayores no conversan como antes. Los niños, los grandes ausentes,  no necesitan la calle.  Antes, al cumplirse el horario escolar, salían de estampida hacia la calle ansiosos de retozar, brincar y saltar, dando rienda al cuerpo. Los juegos infantiles han desaparecido. Hoy, el niño, al salir del cole, se dirige a su casa, y se encierra en su mundo tecnológico manipulando hábilmente móviles, consolas de juegos, internet, whatsapp, redes sociales, lanzamiento de mensajes… Para terminar y dar la última pincelada sobre el casco diré que el casco antiguo de Jávea se distingue de los demás cascos, en que le falta el emblemático y característico casino antiguo, entendido como tal el lugar social del pueblo, en donde se va a matar el tiempo charlando, leyendo y jugando. Esos casinos producían la sensación de sopor y falta de ganas de hacer algo. Hubo un primitivo casino instalado en la calle Alfonso XII, pero fue derribado en 1895 para construir un teatro, que más tarde fue el cine Espinós. Con la fundación de la Cooperativa Agrícola Jesús Nazareno en 1919, se construyó un local social en la calle Mayor, al lado del almacén de la misma., que hizo las veces de casino-bar, pero nunca llegó a tener la categoría de un centro cultural y social definidor de la idiosincrasia javiense.

 
                                     Vicente Catalá Bover
                                      Enero 2014

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