lunes, 10 de marzo de 2014

LO QUE SALE DE MI TINTERO


Como todas las semanas, me dispongo a recargar de tinta mi pluma estilográfica, para cumplir mi cita con los lectores del Semanal, utilizando como base del tintero un periódico, en evitación del vuelco del frasco y consiguiente estropicio en la mesa. Mientras el émbolo de la pluma va succionado lentamente su alimento, observo de reojo la tinta de la prensa hecha noticia. Al acabar el llenado de mi instrumento de escritura, desdoblo el periódico y me centro en la información que ofrece el mismo. Me llaman la atención dos noticias, que por su calado e importancia, me hacen aparcar y olvidar momentáneamente el tema del que pensaba escribir, que no era otro que (dado que estamos en Noviembre) el recuerdo a los muertos, y algunas curiosidades del cementerio de San Juan. Quiero hablar un poco de las dos noticias que trae el diario. La primera hace referencia, como los lectores ya conocen, a la sentencia dictada por el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo, por la que ordena la excarcelación de la etarra Inés del Río, condenada a 3.000 años de cárcel, por el asesinato de veinticuatro personas, doce de ellas guardias civiles. Sin meternos en farragosos laberintos judiciales de difícil comprensión, esta sentencia viene a echar por tierra el sistema establecido por el Tribunal Supremo y el Constitucional sobre la redención de penas por aplicación de los beneficios penitenciarios a los penados por delitos de terrorismo. Según interpretación del Tribunal internacional, la etarra condenada debería haber salido de prisión en 2008, y según el TS de España en 2017. Total, que ha “salido de rositas” de la cárcel y encima se le indemnizará con 30.000 euros por los daños morales causados por la prolongación de su permanencia entre rejas. La salida de la cárcel de esta asesina, que no se ha arrepentido de su pasado sangriento, ha producido una seria alarma en la sociedad española, por la burla a las víctimas del terrorismo. Relacionada con éste hecho, es la inexplicable, e inoportuna  afirmación del Fiscal del País Vasco, al declarar que se resistía a llamar terrorista a Inés del Río porque ya había cumplido su pena. Ante tal despropósito, el Fiscal General ha tenido que salir al paso y taparle la boca.

¿Qué explicación tiene todo éste desmadre? La explicación no solo hay que buscarla en la labor de los politizados tribunales de justicia, sino en otros factores más profundos. Hay que atribuirlo a la debilidad política, social, económica e histórica del Estado, como consecuencia de gobiernos débiles que no han tenido capacidad ni aspiraciones para estar a la altura de los grandes países de Europa. Las naciones influyentes y bien dirigidas saben sacar provecho de su relación con las altas instituciones y con los gobiernos fuertes. Como muestra, quiero traer aquí unas manifestaciones del escritor y académico Arturo Pérez Reverte, en un artículo del XLSemanal LAS PROVINCIAS del  21 de agosto de 2011. Refiriéndose al entonces presidente del Gobierno, Zapatero, dice, entre otras cosas: “El problema es que buena parte del trabajo a realizar… está en manos de una pandilla de irresponsables de ambos sexos: demagogos, cantamañanas y frívolas tontas del culo que, como usted mismo, no leyeron un libro jamás….Y ahora, cuando se va usted a hacer puñetas, deja un Estado desmantelado, indigente…Ha sido un gobernante, incompetente, traidor y embustero hasta el último minuto…Ha sido el payaso de Europa…” En fin, con estos gobernantes, no se puede brillar ni codear con el nivel de otras naciones más avanzadas. La otra noticia, es la referente a que los notarios podrán celebrar matrimonios, si se aprueba en el Congreso el proyecto de ley. Esto sorprende en principio, pero no tanto. El notario, como funcionario público esta autorizado por la ley para dar fe pública de los contratos, testamentos y otros actos extrajudiciales celebrados a su presencia. Todos, cuando queremos que un acto o contrato quede “bendecido” y bien atado, vamos al notario, puesto que lo firmado por el mismo “va a misa”. Así pues, no es desacertado pensar que un acto de tanta trascendencia como el matrimonio civil, pueda autorizarlo un notario. El matrimonio civil, como tal es un contrato bilateral entre dos personas, encaminado a establecer una comunidad de vida. Como tal contrato, el notario es el funcionario idóneo para realizarlo. Otra cosa es la disolución del mismo. Aquí entra en juego el juez, la persona encargada de resolver el litigio surgido entre las partes del contrato, los cónyuges.  

 
                                            Vicente Catalá Bover
                                             Noviembre 2013

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