Octubre es tiempo de
perturbaciones atmosféricas violentas, acompañadas de lluvia, nieve o pedrisco.
Forma parte de la meteorología; la ciencia que se dedica a observar el tiempo y
los movimientos de la atmósfera. Estas líneas son un recordatorio del pasado.
En los años 40-50, “la lluvia venía y se la dejaba caer”, regaba el campo,
hacía crecer las cosechas y se llenaban los pozos y cisternas. La agradecía
sobre todo el agricultor, cuya estabilidad y seguridad dependía del tiempo. Con
la llegada de la televisión en los años 60, se daba información del estado de
la atmósfera y de la previsión de lluvias o mal tiempo, con lo que teníamos un
adelanto de lo que estaba por recibir. En Jávea, ya en el siglo XXI, disponemos
de muchos aficionados en la materia, con
ideas muy claras en esto de la atmósfera, climatología y meteorología.
En la reciente revista del programa de fiestas de la Mare de Deu de Loreto, de
Aduanas del Mar, publicado por la Comisión de fiestas, el profesor José F.
Erades, en un documentado artículo, nos da una serie de nociones, datos e
información muy interesantes. Contando con su aprobación, me permito comentar
algunos de los argumentos vertidos en su trabajo. Erades, en primer lugar,
aclara el significado de las palabras clima,
climatología, temps o oratge i metereología, y hace la distinción entre
climatología, ciencia que estudia el clima, y el tiempo, que se refiere a las
condiciones de temperatura. Nos dice, que Jávea, después de la ciudad brasileña
de Rio de Janeiro, tiene el mejor microclima del mundo, y ésta circunstancia la
corrobora con la presencia de eminentes personalidades del mundo de la ciencia, del arte y la política. El doctor Jiménez
Díaz, el modisto Cristóbal Balenciaga, el filósofo Ortega y Gasset, el obispo
ortodoxo Casiano “El pope”, y otros, sin exceptuar a “nuestro” Lambert, fueron
los enamorados de este clima privilegiado. Como dice Erades, “…el temps ens
recorda que pot ser causa de desgràcies, tant a terra com a la mar”. Dicho lo
anterior, todo hecho o acontecimiento, feliz o trágico ocurrido hace más de
cincuenta años, debe ser recordado para el conocimiento de las generaciones
venideras. Me estoy refiriendo a L´aiguá
ocurrida en los primeros días del mes de octubre de 1957. Se cumplen 67 años de
aquella catástrofe que afectó a todo el
término municipal. Todo fue ocasionado por una lluvia torrencial que arrasó
gran número de casas, produjo destrozos en campos, cosechas, caminos y
carreteras y el suministro de agua, luz y alcantarillado se vieron gravemente
afectados. Durante los días 2 y 3 de octubre, según los técnicos, cayeron 872 litros por metro
cuadrado. En aquellos años, no se conocía el término “gota fría”, que ahora
hace alertar no solo al vecindario, sino a los Cuerpos de seguridad, como Policía, Bomberos, Guardia civil y Protección
civil. Los daños a la agricultura, principal riqueza de la población, fueron cuantiosos con destrucción de cultivos,
corrimientos de tierras fuera de sus márgenes, inundación de pozos, etc. En
Aduanas, sufrieron doblemente los efectos: el temporal de mar y el
desbordamiento del río. Los cuantiosos daños producidos por esta tragedia de la naturaleza,
de la que la villa tardó años en recuperarse, ascendieron a 23.300.000 pesetas.
Las autoridades, se solidarizaron con el pueblo y con su alcalde Juan
Tena, desplazándose a la villa en representación
del Gobierno el ministro Gual Villalbí y el Gobernador civil de la provincia
Evaristo Martín, los cuales fueron testigos del desastre y prometieron ayudas a
los damnificados. Al cumplirse los cincuenta años de éstos hechos, el
Ayuntamiento de Jávea publicó un libro conmemorativo, titulado Xàbia, l`Aiguà de 1957, en donde se
recoge una interesante documentación de
lo que significó aquel extraordinario acontecimiento. A pesar de la magnitud del temporal solo hubo que lamentar el
fallecimiento de Rosario Sapena Llidó, que pereció ahogada en la cisterna de su
casa, al hundirse la bóveda de la misma. Pasará a la leyenda popular un curioso
y necrológico suceso. Un hombre de Jávea, José Roldán, que había hecho fortuna
en América, falleció en su casa de la calle S. Joaquín, y cuando estaban
velando el cadáver penetró por la puerta una tromba de agua, y el féretro
flotando tuvo que ser amarrado para no ser arrastrado por la corriente. Merecen
especial recuerdo las crónicas, de los corresponsales de LAS PROVINCIAS,
Vicente Mengual, y de LEVANTE, Domingo Crespo, los cuales informaron con toda
precisión de la angustia vivida.
Vicente Catalá Bover
Septiembre 2013
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