lunes, 29 de octubre de 2012

HACER EL FANTASMA

No se trata de hacer el idiota o el indio, como vulgarmente se entiende ésta expresión coloquial. Pertenece a épocas pasadas y se trataba de un juego infantil. El juego de “hacer el fantasma”, a falta de otra cosa mejor, era una diversión  que consistía en disfrazarse con una sábana blanca y embadurnarse la cara de blanco para sorprender y causar miedo a los niños, a través de una inesperada aparición. Lo característico y curioso de éste juego, es que no lo  disfrutaban los pequeños, sino los mayores. Estos eran los verdaderos protagonistas, y los que se divertían a costa del susto que se le infundía al niño.  Este entretenimiento de antes, en que el miedo era el principal elemento de la diversión, está   presente en la fiesta de Halloween, que significa “vispera de todos los santos” y se celebra cada 31 de octubre Es la noche de las brujas y los fantasmas.El Halloween, es una fiesta asociada a los muertos, las almas en pena, las brujas y los hechizos. Tuvo su origen  en Irlanda y fueron los emigrantes irlandeses los que la implantaron en los Estados Unidos y es el equivalente pagano a nuestro día de Todos los Santos. Cuando se habla de Halloween, se piensa en maquillajes, fiesta, dulces y niños.  La semana pasada les hablé en estas páginas del homenaje a nuestros difuntos, que coincide en el calendario con el Halloween, arraigado últimamente en nuestra sociedad, procedente de los países anglosajones. Ambas fiestas, , tienen el mismo sentido. El Halloween se basaba en que los muertos y sus espíritus volvían a la tierra, y para su mantenimiento, los cristianos primitivos iban mendigando por los caminos “pasteles de difuntos”, que consistían en trozos de pan con pasas. Cuantos más pasteles recibieran los mendigos, mayor sería el número de oraciones que rezarían por el alma de esos difuntos. La fiesta de Halloween tiene su manifestación en disfraces de esqueletos, calaveras, vampiros, máscaras y todo aquello capaz de producir terror, y relacionado con la muerte. Hoy, se suaviza con la presencia de niños que recogen dulces y golosinas, que recuerda a los antiguos pedigüeños. Los niños son los principales protagonistas de esta fiesta y no se inmutan de ver esas horrendas imagines asociadas con la muerte. Sin embargo, a los niños de antes, una  sábana moviéndose en lugar solitario y por la noche, perturbaba y angustiaba el ánimo.  Hacer el fantasma era un juego de mayores para niños, donde los primeros disfrutaban y estos padecían. Esta diversión necesitaba espacio para  la “aparición” del fantasma. Se  solía hacer en el campo y por la noche, con la complicidad de las sombras nocturnas, o en casas grandes,  con “cambra”, que era el “escondrijo” de donde salían los ruidos y los fantasmas.  Curioso que éste juego practicado por mayores y dirigido a los pequeños, tuviéramos algunas dificultades los niños para ponerlo en práctica. Teníamos que sacar la sábana de la cómoda y procurar no romperla ni mancharla para disgusto de nuestras madres. Volviendo a estos tiempos, el niño actual es incapaz de asustarse con éste inocente juego. El niño de hoy es más receptivo para otra clase de juegos. Si el niño de ayer se asustaba con el fantasma, el niño actual no cree en ellos, y se ríe. Estas máscaras terroríficas del Helloween, no les causan ninguna sorpresa ni se inmutan. Lo mismo ocurre con el cine de terror.En las películas de antes, realizadas en blanco y negro, las escenas de terror nos infundían verdadera pavor. Hoy éste género de cine,  a los niños, adolescentes y jóvenes les hace reír, y lo manifiestan a carcajadazas. Y es que estas películas se hacen en color, que aunque ofrecen mayor realismo con los desgarros, mutilaciones y chorros de sangre, el público infantil se lo toma a guasa y cachondeo. Están en otra orbita. Al niño del siglo XXI, lo que le absorbe el seso, le preocupa y teme son los hipotéticos enemigos invisibles de las “maquinitas”, consolas y demás juegos y artilugios informáticos. Las películas en color rebajan la intensidad y el efecto del espanto que producían las rodadas en blanco y negro con sus sombras y  la complicidad de los  efectos especiales. Me vienen a la memoria películas como Las diabólicas, de Clouzot, o Psicosis de Alfred  Hitchcok, en donde el clima de tensión, inquietud y suspense que producían, no tienen nada que ver con las películas de terror de hoy, con mucha “sangre” o lo que es igual, más tomate que la tomatina de Buñol.

sábado, 20 de octubre de 2012

BEKENBAUER Y EL ARROZ CON COSTRA

 Quiero contar una anécdota de los años 70, con el protagonismo de un personaje famoso. El personaje, es un futbolista de leyenda,  Franz Bekenbauer, (Munich, 1946), reconocido como uno de los mejores del mundo. Se inició  en el Bayer Munich, y jugó a lo largo de su carrera profesional la Copa Mundial de Fútbol en los años 1966, 1970, y 1974. Una vez retirado, siguió en dicho deporte, como técnico, consiguiendo la Copa del Mundo en 1990 como entrenador de la selección alemana. Así pues fue campeón del Mundo como jugador y como preparador.
 
Hecha la presentación del personaje, voy a presentar el plato arroz con costra.  Es un plato típico de Orihuela y de Elche, que lo cocinan con algunas variantes respecto de los ingredientes utilizados aquí en Jávea. Los ingredientes son carne de ternera, costillas de cerdo, morcilla, blanquillo, patata, tomate y garbanzos, todo ello condimentado en cazuela de barro al horno y revestido de la capa de huevo o costra.
 
Este plato de arroz estuvo de moda en los años 60-70, gracias a la esmerada elaboración del mismo por parte de una de las ramas de la familia Castelló de Jávea, que regentaron el restaurante “La Valls de Castelló”, situado a unos pocos kilómetros de Jávea en dirección a Jesús Pobre, a la sombra del Montgó. Esta familia estaba compuesta por el matrimonio formado por Vicente Castelló y Maria Teresa, de cuya unión nacieron seis hijos llamados, Manuela, Pepe, Jaime, Paquita  Rosita y Teresa. Este matrimonio, a principios de los 60 tomó en arrendamiento un terreno rústico situado en la partida Valls, perteneciente a la Fundación del Asilo. Estos terrenos, se componían de un sequero, un caserón y un riu rau. Este matrimonio montó en la vieja casa un restaurante, con ambientación y decoración totalmente rústicos, en donde la mayor parte del año se comía y se cenaba al aire libre, en el lugar en que antigüamente la uva moscatel se doraba al sol hasta convertirse en pasa. La  calidad gastronómica y el gozo del buen comer, unido a la tranquilidad y serenidad  del Montgó, hicieron de este restaurante uno de los lugares más apetecidos. Sus especialidades eran el arroz con costra, el pollo a la almendra y las conocidas cocas del terreno. En aquellos 60, las referencias gastronómicas de los restaurantes de Javea, en plan rústico y en relación precio- calidad, eran “La Valls de Castelló”  y “La Calavera”, en La Plana, en donde su especialidad era el “pollastre espatarrat”. En plan más fino y de una mayor categoría social estaban “Casa Lázaro”, en el Camí Cabanes y ”Villa Selina”, en el Camí Vell de la Mar. Siguiendo con el restaurante de “La Valls de Castelló”, al jubilarse el matrimonio Vicente y Teresa, dejaron paso a sus hijos Manuela y Pepe Castelló, que lo regentaron junto con el hijo de éste ultimo Guillermo durante unos años. Con el tiempo la familia Castelló rescindió el arrendamiento de la partida Valls, para instalarse en el paseo de la playa del Arenal que en los principios de los 70 empezaba a poblarse de establecimientos de hostelería como cafés, bares y restaurantes.

Vuelvo a Benkenbauer. Como todo el mundo conoce, en los años 60 con la llegada del turismo, las empresas dedicadas  a la promoción inmobiliaria (VAPF, Toscamar, Caleta, La Nao,…) procuraban atraer personajes de Europa, con fines propagandísticos y de expansión del negocio. Del mundo del fútbol llegaron Franz Bekenbauer (alemán), Georg Best (inglés) y Jean Marie Pfaff (belga), que gozaron de su estancia en Javea y permanecieron algún tiempo en ella. En el verano del 73, mis padres se instalaron en la partida de La Guardia (Costa Nova), y un buen día habíamos encargado (para comer en casa) una cazuela de arroz en costra en el establecimiento de Castelló en el Arenal. Cogí el coche, y me dirigí a las 14,30 h. a recoger la comida. Cuando circulaba, por delante de los apartamentos La torre del castillo, en dirección al restaurante, se me cruzó por delante, un peatón, en  bañador, con paso lento y cansino, que me obligó a dar un fuerte frenazo para evitar el atropello. No recuerdo, si fue más grande la satisfacción de haber dominado el coche o la sorpresa de observar que el despistado bañista era el famoso futbolista. Este, se disculpó con la elegancia, deportividad y humildad de que gozan los grandes hombres.

    
Vicente Catalá Bover
Agosto 2012

“ESCRIBO PARA QUE ME LEAN” (PIO BAROJA)

 Esta frase no es mía, sino del escritor  Pío Baroja (1872-1956). Lo que yo digo es que escribo por entretenimiento y tratar de entretener. He empezado con ésta frase porque éste escritor,  con todo lo conflictivo, rebelde y raro que fue, me gusta. Conozco su vida y he leído y conservo toda su obra literaria completa. La frase del título, me ha inspirado una anécdota personal relacionada con la redacción escolar, que me traslada a mi etapa estudiantil, aquí en Jávea.

Una de las tareas escolares que se imponían  en el bachillerato, según el plan de estudios de los años 40-50, era la redacción literaria. Como los lectores no ignoran, en Jávea al finalizar la década 1940, después de la guerra civil, a nivel de educación  escolar solo había tres o cuatro escuelas nacionales, distribuidas entre el pueblo y Aduanas del Mar, desempeñadas por maestros nacionales. En el año 1947, un grupo de padres de familia encabezados por José Font Marzal, secretario del Juzgado y Andrés Lambert tras varios contactos y reuniones promovieron la creación de una academia que se llamó Jesús Nazareno, regida por una especie de patronato de hecho, con una junta directiva. Con ello se culminaba una necesidad del pueblo a fin de que los jóvenes que habían superado su etapa en educación primaria tuvieran la oportunidad de cursar el bachiller, y poder acceder a los estudios universitarios.

Los primeros profesores de la academia, en su fase inicial, fueron reclutados entre los maestros nacionales del pueblo, y en mi memoria, sin ánimo de agotar el cupo, recuerdo a D. Jesús Montaner, D. Ángel Ribes, D. Bernardo, Dª Ángeles López, D. Andrés Lambert, D. Ángel Palencia…Este último, corpulento y de carácter fuerte, cuando no te sabías bien la lección o errabas, sacaba su genio y te soltaba: “¡y un huevo frito,...estás hecho un dátil!”, palabra  para designar a una persona disipada. Cuando se ausentaba o enfermaba algún profesor, su vacante era ocupada provisionalmente por alguno de los alumnos más  mayores y aventajados (los listos), que cubrían la baja del profesor. Este  era el caso de los “alumnos profesores” Juan Bertomeu Grau, Vicente Marzal y Cristóbal Bolufer. El primero estudio peritaje industrial en Alcoy, estuvo destinado en la refinería de Escombreras en Cartagena y la muerte les sorprendió muy joven. El segundo, al acabar sus estudios se dedicó a regentar  su empresa de armería, y falleció en 2010. El último, el hijo del “tío Blay del Sindicat” estudio la carrera de Magisterio y ejerció la docencia hasta su jubilación.

Uno de los profesores contratados fue D. Mariano López Alarcón, murciano y excelente persona, que ocupaba el cargo de Juez Comarcal, al que se le encargó la asignatura de Lengua y literatura española. Recuerdo que un soleado día de febrero nos impuso la tarea de hacer una redacción sobre el tema “Los almendros en flor”, pues ya se sabe que en ese mes, aquí florecen los almendros ofreciendo una  estampa que da colorido y belleza al paisaje. Cuando yo apunté en mi libreta el título de la redacción y llegué a mi casa y puse los codos sobre la mesa no se me ocurría nada ni sabía como comenzar. Era el momento de echarse en los brazos protectores de la madre. Le pedí que me ayudara y sacara del apuro, porque a mis doce años temía hacer el ridículo ante mis compañeros de clase. Mi madre, que tenía algunos años de instrucción recibida en el colegio de Loreto en Valencia, desplegó su manto maternal y se puso manos a la obra, haciéndome la redacción, que pasé a limpio. Al entregarla al día siguiente a D. Mariano, éste nos dijo que los calificaría y diría cual de todos los trabajos serían los dos mejores. Como yo no había hecho ningún esfuerzo, no tenía estímulo ni esperanza de ganar. El profesor, al día siguiente,  al iniciar la clase nos indicó que  todos los trabajos eran aceptables, y el nivel medio era bueno, por lo que nos animó a seguir en el buen camino. Todos escuchaban con atención y ansiedad esperando el resultado, menos yo, que reconocía que “mi redacción” no tenía ningún mérito. El resultado fue el siguiente: el mejor trabajo se lo llevó un compañero que  no recuerdo quien fue, y el segundo mejor redactado, oh!, ¡sorpresa… tierra trágame,  fue “el mío”! ¡Mi madre se había llevado el premio! Me puse colorado de vergüenza. Desde entonces, hasta hoy me propuse que mi madre “ no ganara” más veces.


                                            Vicente Catalá Bover
                                             Agosto 2012

 

 

LO QUE NECESITA LA VIRGEN DE LORETO

Terminaron las fiestas 2012 en Aduanas y he percibido que la Virgen necesita y solicita que la lleven a hombros sus marineros/as, cuando sale a visitar su barrio. Quiere ser igual que el Nazareno cuando se asoma al pueblo al bajar del Calvario. Sin ánimo de crítica hacía la comisión de fiestas y peñas, quiero expresar mi opinión  sobre éste tema.

Salir a hombros es una expresión de júbilo y reconocimiento que se tributa a alguien  por sus merecimientos. En España salen a hombros los santos y, salvando las distancias, los toreros.

En ésta villa, las manifestaciones de máxima veneración religiosa se centran en la devoción al Nazareno, protector del pueblo y en la Virgen de Loreto patrona de los marineros/as. En el ámbito de la religiosidad  y del mundo del espectáculo, en este país (todavía llamado España) el cargar a hombros una imagen religiosa, sea santo o santa, patrón o patrona, tiene un doble motivo de fervor religioso: primero, para el que lleva las andas ésta acción le transmite la sensación de orgullo y satisfacción de portar a su patrón/a y segundo, el efecto de contagio fervoroso que produce al público este acontecimiento. Sin querer frivolizar, cuando un torero sale a hombros de una plaza sintetiza y resume  el  entusiasmo y admiración de los aficionados hacia el diestro. No nos imaginamos que  las imágenes sagradas de la Virgen de la Macarena o el Cristo del Gran Poder de Sevilla y las de otras ciudades y pueblos que celebran la Semana Santa sean arrastradas por medio de ruedas. Para esa labor están los costaleros, hombres esforzados que rivalizan por alcanzar el privilegio de cargar sobre sus hombros los pesados y venerados tronos, para la que se han preparado, sometiendo su cuerpo a entrenamientos de resistencia. Si la adversidad atmosférica impide la procesión, los cofrades y costaleros lamentan y lloran de impotencia al ver frustrada la ilusión de todo un año. El llevar a hombros una imagen sagrada transmite fervor, emoción y entusiasmo al público que presencia el acontecimiento. Lo mismo que en Sevilla, y otros lugares, como he dicho, no se concibe que los pasos sean movidos por ruedas. Aquí en Jávea tampoco nos imaginamos que el Nazareno suba y baje del Calvario sobre ruedas. Hace muchos años cuando aún existía el servicio militar obligatorio, era costumbre que los portadores del Nazareno fueran los soldados de la  villa que estaban prestando la mili. Para ello el alcalde, se dirigía mediante oficio a los coroneles de los distintos regimientos militares, solicitando la concesión de permisos a los soldados de Jávea para trasladarse al pueblo  y cumplir con la tradición. Los soldados pertenecían a distintas guarniciones y armas, y el pueblo veía con gusto y complacencia a sus soldaditos cumplir con la gratísima “obligación” de portar a hombros a Jesús Nazareno. Hoy desaparecido el servicio militar son los miembros de la cofradía los que se disputan tal honor.

Del pueblo nos vamos al Mar, para hablar de Nuestra Señora de Loreto, y yo me hago la siguiente reflexión: los marineros o lobos de mar, acostumbrados a los riesgos y peligros de su profesión, se caracterizan por ser fuertes y resistentes en las duras faenas que realizan a bordo, sometidos a los caprichos del mar. Si los marineros tienen fuerza y resistencia física, ¿qué les impide llevar sobre sus hombros a su patrona?. Esto vale igual para las marineras, por su devoción y entrega a la Virgen. Si estuviéramos hablando del gremio de farmacéuticos, por ejemplo, o de abogados, o de cualquier otra actividad humana, en la que prima el esfuerzo intelectual, es normal que los músculos no estén acostumbrados a tales esfuerzos, y utilicen ruedas para llevar a su patrón. No es este el caso. En resumen, así como cargar a hombros a una persona transmite la admiración hacia la misma, el hecho de portar una imagen sagrada transmite al público la excelsitud de la misma. Ambas situaciones se convierten en emoción colectiva.

Un consejo: Controlen los marineros y marineras sus “esfuerzos festivos” en dar gusto a la panza y a la danza en las fiestas de la patrona, y reserven algo de fuerzas para cumplir el deseo de Nuestra Señora de Loreto en salir a hombros por su barrio marinero.


                                            Vicente Catalá Bover
                                             Septiembre 2012

EL CARÁCTER IDENTIFICADOR DEL APODO

 
Hace algún tiempo publiqué en estas páginas un artículo titulado “El “malnom” (apodo, mote)” y hoy quiero ofrecerles una experiencia curiosa sobre el uso del apodo en éste pueblo. Entendemos por apodo el nombre que suele aplicarse a determinadas personas, tomándolo de sus defectos físicos o de alguna otra circunstancia. Normalmente y por ley las personas se conocen y se identifican  por un nombre y dos apellidos, correspondientes el primero al padre y el segundo a la madre, y que constan en el Registro civil, a cargo del Juzgado. Hoy, a través de una reforma legislativa, se permite imponer al nacido la inversión de los apellidos paterno y materno.

Desde tiempos inmemoriales, y en las  sociedades tanto urbanas como rurales, el uso del apodo ha estado muy popularizado y arraigado,  pero más en éstas últimas, debido entre otras causas, a un mayor acercamiento e intimidad entre los vecinos de éstas comunidades, lejos de las aglomeraciones de las grandes urbes, donde el distanciamiento entre sus habitantes es notorio y normal.

En los núcleos de población pequeños,  los vecinos de los mismos se conocen más por el mote o “malnom” que por su nombre y apellidos correctos. Normalmente cuando una persona del pueblo es conocida por un apodo, éste recuerda e identifica a las generaciones anteriores, ya que el “malnom” se transmite de padres a hijos en .línea descendente. El apodo permanece estable a través de los tiempos, y la mayoría de vecinos se guían y orientan por el apodo de esa persona, ignorando en muchos casos el nombre y apellidos de la misma aún conociéndose toda la vida, e incluso siendo vecinos.

Como el apodo no es elegido por el interesado, sino por el entorno social en que se desenvuelve el mismo, hay distintos grados de aceptación del “malnom” impuesto al individuo... A unos les encanta y se sienten orgullosos de llevarlo porque entre otras razones, perciben y sienten el recuerdo nostálgico de sus queridos antepasados. Es el caso de los “sabata”, “pelut”, “chirivita” “pachanca”, “chispa” “sarró” “pipa”“neveter” “sanroc” “gallo”… y cientos mas. A otros les resulta indiferente y no muestran gran satisfacción cuando son reconocidos y nombrados por su mote. Finalmente existe el grupo de familias que se sienten molestos cuando se les recuerda su “malnom”. Otros, sin embargo lamentan que su apodo se haya perdido u olvidado, como es mi caso, pues mis antepasados eran conocidos como “Gostinets”. En general puede decirse que el “malnom” es gratificante y satisfactorio para el titular de ese mote.

Quiero contarles una experiencia, provocada por mí, para comprobar la efectividad del “malnom” como elemento identificador de las personas. Hace unos días estábamos reunidos en uno de los bares del mercado municipal, tres “viejos” amigos comprendidos entre los 75 y los 85 años y un servidor. Los tres amigos se conocen a través de sus largas  vidas y yo les conozco a esos tres por sus nombres, apellidos y motes. La prueba consistía en que yo diría el nombre completo de cada una de las tres personas (que estábamos reunidos, a los que previamente había pedido silencio hasta que terminara el juego). Pronuncié, como he dicho, uno por uno los nombres de los tres reunidos, y ninguno de ellos (excepto el interesado, claro está) me supo decir quienes eran los otros dos nombrados, añadiendo que por esos nombres “no caían” en ese momento quienes eran los citados por mí. La solución era la siguiente: los reunidos eran Francisco Bas Gisbert, “L`alemá” (panadero), Francisco Devesa Pascual “Carrasco” (hostelero) y Francisco Diego Vives, “Mosensol” (pelotari). Estos personajes, se conocen entre ellos y son populares, y a pesar de verse y tratarse con cierta frecuencia fueron incapaces de identificarse y “conocerse” por sus apellidos (que siguen desconociendo) y solo se conocen por el mote, ¿curioso, verdad? Conocidos por el apodo, y desconocidos por los apellidos. He ahí la fuerza identificadora del “malnom”.

                                           Vicente Catalá Bover
                                           Septiembre 2012

 

LAS VISITAS

La visita es un acto de cortesía familiar y social que se practica entre ciudadanos y familiares. Antiguamente se practicaban mucho las visitas de cumplido o de cumplimiento en la sociedad y en la familia. La visita de cumplido es la que se realiza como muestra de familiaridad y de  respeto. En el ámbito familiar, si los hijos vivían fuera del domicilio paterno visitaban por cumplido a sus padres, y a los padres de éstos, es decir a los abuelos. Aquí me quiero centrar en las visitas que se realizan a los abuelos. Hoy va siendo extraña esta afirmación y  en desuso ésta manifestación  familiar de visitar a los abuelos porque éstos se han integrado en el núcleo familiar de sus hijos. De hecho ya no existe este fenómeno. Las circunstancias y los cambios en la sociedad actual han invertido éstos usos y costumbres de familia. La intervención del abuelo en la familia de sus hijos ha hecho desaparecer la “obligación” de visitar a los abuelos. Son ahora los abuelos los que visitan a los nietos, cuya relación parental ha generado un régimen familiar  distinto al que conocimos los mayores.
 
En mi niñez una de las obligaciones que imponían los padres y que figuraban en el  código de cortesía familiar era la de visitar a los abuelos para no perder el lazo de familiaridad y de contacto con los mismos. Si la visita se demoraba, los abuelos se impacientaban y mostraban su disgusto a los padres, culpándoles de no llevarles a los nietos. Los cambios socio-económicos han determinado que la relación abuelo-nieto sea más intensa que antes. Hoy los abuelos prestan un servicio impagable a sus hijos, del que se benefician las dos partes; los abuelos, porque sienten renacer la ternura que tuvieron hacia sus hijos, y los hijos porque se sienten aliviados y socorridos en su tarea educacional  y económica.     Mi madre, que era muy religiosa, tenía dos objetivos en ésta vida: la educación religiosa de sus cinco hijos y el fomento de la unión familiar. Tan fundamental era ir a misa los domingos y fiestas de guardar como visitar a los abuelos y resto de la parentela. Nos avisaba de esta manera; “Niños, vestiros y arreglaros que hoy vamos a ver a la abuela”. Muchas veces,  embrutecidos en nuestros juegos de  saltar y brincar, no nos apetecía ir de visita, porque había que cambiar el retozar por la compostura y el saber estar ante la abuela. Durante la visita dábamos buena cuenta de la merienda a base de pan y sobrasada que nos preparaba con mucho primor Francisca Buigues, la fiel criada y buena cocinera de mi abuela Concha Cruañes. Teníamos que cubrir el trayecto (a pie) desde el Montañar hasta la Mesquida,  en la cuesta de S. Antonio, donde estaba y está la casa de mi abuela. Mis padres y los cinco hijos, todos mudaditos y bien peinados  íbamos a “cumplir” con nuestra abuelita. En verano, nos permitían el desahogo de jugar en el jardín y en el riurau. En invierno, jugábamos dentro de la casa y en la cambra repleta de pasa, en donde nos revolcábamos encima de la misma. Si la visita terminaba tarde, mi abuela nos daba un farol alimentado con aceite y una mecha para alumbrarnos en el regreso a través de sequero, y de la oscuridad de Aduanas así como de la carretera del Montañar (sin asfaltar todavía).

El contacto actual  entre abuelos y nietos y la dependencia entre los mismos, ha sido definida por el profesor Juan Bta. Codina como el ejercicio de “la abuelidad” (término aún no recogido en el diccionario). Yo por mi parte, este fenómeno lo calificaría en términos coloquiales de “yayidad” (de yayo, abuelo). Se podría definir esta relación de parentesco como “la capacidad, entrega y cariño de los abuelos en hacerse cargo de los nietos, en apoyo de sus hijos en determinados momentos puntuales del día o en periodos más duraderos”.

Hoy en día, lo único  que se conoce como visita, es la inevitable visita al médico. La visita como acto social  y familiar  ha desaparecido de la sociedad. La tecnología actual con el invento del teléfono móvil y la posibilidad de verse los interlocutores en pantalla, han desplazado el uso y costumbre de la visita. ¿Qué finalidad tiene la visita? En resumen, antes los nietos estaban fuera de la órbita familiar de los abuelos y hoy los abuelos están integrados dentro del círculo de los nietos.

 
                                                 Vicente Catalá Bover
                                                   Agosto 2012

           

EL “MALNOM” (APODO, MOTE)

  
            Hace unas semanas, estuve hablando en Aduanas del Mar, con dos mujeres de conocido arraigo popular, cuyas familias han venido arrastrando desde sus antepasados un “malnom”, mote o apodo, que el desuso y el olvido han dejado fuera de la comunicación verbal, y se lamentaban de haber perdido ese dato o signo de identidad. Esta conversación me ha llevado a hacer unas reflexiones sobre el uso del “malnom”.

            El “malnom”, (en castellano, apodo o mote), es un nombre que se aplica a otro nombre, formando un sobrenombre. Es un nombre que suele aplicarse a determinadas personas, tomándolo de sus defectos corporales, de un oficio o de alguna circunstancia  especial de esa persona.

            Según el Código civil, el nacimiento determina la personalidad, y esa personalidad queda acreditada ante la sociedad por la imposición de un nombre en el Registro civil. La personalidad está integrada por un conjunto de cualidades, sentimientos y tendencias, las cuales inducen o invitan a la gente a atribuir el apodo a esa persona. Así, por ejemplo, “Sabata”, hace referencia al zapato, “Rull”, al pelo rizado, “Neveter”, al recogedor de nieve…etc. Es decir, el primer nombre con sus apellidos, lo impone la ley; el segundo nombre, el “malnom” o apodo lo impone la sociedad, con mayor o menor acierto y por supuesto con mayor o menor aceptación por parte de la persona “bautizada” o afectada para toda su vida.

            En los núcleos urbanos pequeños,  y poblaciones en donde todos los vecinos se conocen, los apodos resultan muy eficaces para la identificación y localización de las personas. Es más, a veces en pueblos de un respetable número de habitantes, los apellidos más corrientes se repiten y se ramifican entre muchas familias. Aquí en Jávea, ocurre con los Sapena, Bas, Buigues, Bisquert, Torres, Mata, Bolufer… y otros. Todas estas familias tienen distintas ramas y para localizar a cualquier individuo de ellas, es más fácil su identificación a través del apodo, ahorrándose de ésta manera explicaciones y evitando la necesidad de subirse al árbol genealógico familiar.

            Los que han venido aceptando y asimilando de buen talante el apodo familiar heredado de sus antepasados, se sienten satisfechos con esa forma de identificación. Ese “malnom” transmitido de generación en generación, va calando en la persona y acaba convirtiéndose en circunstancia entrañable y nostálgica.

            Hoy, en los tiempos modernos, con los avances y la distinta forma de vivir y de relacionarse los vecinos de una población,  han determinado en parte el desuso del apodo para identificar a  personas y familias. Al no utilizarse el apodo, éste acaba perdiéndose. Tengo comprobado que en cuanto me encuentro con personas mayores, y me dirijo a ellas haciendo uso del sobrenombre, noto en ellas cierta satisfacción al oír el apodo que les han legado sus mayores. Esto es lo que me ha pasado, con éstas dos mujeres, de que les he hablado al principio de estas líneas. Añoran sus apodos, porque éstos forman parte de su familia.

             Hay personas en el pueblo que son más conocidas por su apodo que por sus apellidos.  Mucha gente a base de usar el apodo, se desentiende de éstos y llega un momento en que tiene que pensar para acertar el apellido de esa persona. Los que se conocen de forma superficial, solo conocen del otro el apodo y se les pone en un aprieto si les preguntas por el apellido de la misma. A lo largo de la historia local, han habido personajes populares, que por su gracia, espontaneidad y otras manifestaciones personales se han hecho de querer y respetar. Siento tentación de nombrarles, pero prescindo de dar sus apodos, por dos razones: primero, porque puedo omitir a alguno, y en segundo lugar, porque el mote no sea del agrado familiar.

No todos  han acogido con sereno consentimiento o conformidad el mote que les ha sido endosado y que han tenido que soportar durante toda su vida, procurando que sus descendientes no hereden el mismo. Estas familias, que nunca han aceptado el apodo, se ven impulsadas al rechazo por tratarse de nombres denigrantes, infamantes o despectivos, procedentes muchas veces de acciones indignas o vergonzosas.

            Entonces, en estos casos, el tema se convierte en algo sensible, delicado y por tanto resbaladizo, en donde es fácil, y sin querer, cometer el desliz de molestar u ofender a la persona portadora de ese mote. En estas circunstancias y ante casos de dudosa aceptación del apodo hay que tener la habilidad de no incurrir en el error de mencionarlo.

            Para terminar, una curiosidad. Javea, siempre ha tenido dos núcleos de población claramente diferenciados; el casco antiguo, de tradición agrícola, y Aduanas del Mar, de vocación pesquera. Pues bien, las gentes del pueblo tienen sus “malnoms” y los marineros tienen los suyos. Por el mote, se puede saber de donde procede esa persona.

             
                                            Vicente Catala Bover

jueves, 20 de septiembre de 2012

Gracias al Semanal Javea por sus palabras...



"Este número de Semanal es especial para mí por el motivo de que nuestro colaborador incansable Vicente Catalá Bover ha vuelto a participar en nuestras páginas. Sin él el Semanal no era el mismo. Sin sus anécdotas e historias de Xàbia muchas personas me preguntaban: ¿qué ha pasado? ¿por qué no escribe Vicente Catalá? Los lectores del Semanal y el equipo que lo formamos le echábamos de menos.

Vicente, desde aquí te doy las gracias por ese esfuerzo que supone: pensar, investigar y plasmar, como tú lo sabes hacer, y de esta manera enriquecernos a todos con historias de nuestro pueblo que sin ti caerían en el olvido o, lo que es peor, no se llegarían a conocer. Gente como tú, Vicente sois los que hacéis el Semanal. Vuestras vivencias son importantísimas para todos nosotros y nos dais ánimo, ejemplo y fuerza para continuar.
No hay ni una semana que no piense en nuestro colaborador, fallecido el 27 de julio de 2010, al que todos los javienses conocían, Don Juan Ortolá Segarra. Él se fue pero su espíritu continúa latente de este modesto Semanal que fue suyo durante tantos y tantos años. Muchos de los lectores estarán de acuerdo conmigo. Le doy las gracias siempre pues fue un verdadero ejemplo para mí. Vicente, tú también lo eres. Y también lo son Manuel Herranz, Juan Legaz, Juan Codina, partícipes como tú de la vida de esta revista y de la vida de Xàbia.
Muchas gracias por volver, te echábamos de menos."

Feliz cumpleaños papá!!! 23 sept. 2012

 Cumpleaños feliz, cumpleaños feliz, te deseamos todos... CUMPLEAÑOS FELIZ 

¡FELICIDADES PAPÁ!

Como bien dijeste en el discurso de tu jubiliación, empezaste tu carrera profesional en mula, has acabado con el ratón...¡y hasta creando un blog!

Muchos besos papá!!!
Te quiere, tu hija.