domingo, 22 de septiembre de 2013

LEER POR ENCARGO

La lectura es una capacidad propia del ser humano, fuente de conocimientos  y motivo de satisfacción y placer para el espíritu. Me viene a la memoria una anécdota relacionada con la lectura de un libro del que hablaré a continuación. La lectura como tal y en sí misma, es una actividad personal que normalmente no admite delegaciones. Se puede leer para un ciego (que no conozca el Braille) y para un analfabeto, pero la lectura es cosa personalísima, y se puede realizar en cualquier momento y situación, desde un retrete, hasta comiendo, pasando por leer en la cama o en la playa. La lectura es imposible cuando el estado de ánimo o  una grave preocupación impide la concentración y la serenidad del espíritu. El mejor ejemplo de leer  para los demás se daba en los conventos, cuando la comunidad religiosa acudía al refectorio para alimentar el cuerpo, ya que el alma se alimentaba en el templo. Allí, en un púlpito adosado al muro, el religioso o religiosa elegido, leía para la congregación. Otra forma de leer es por encargo, y aquí es donde encaja la anécdota que les voy a relatar. Empieza de esta manera. En mi estancia profesional en Albacete, conocí a un fabricante de calzado de Almansa, que tenía establecimiento abierto en Madrid. De esa zapatería eran clientes, Manuel Fraga y su señora. El industrial manchego, veraneaba en ésta villa, y era propietario de un apartamento en el segundo Montañar, que lo disfrutaba con su familia. Esta circunstancia hizo que nuestra amistad se incrementase todavía más, pues yo le contaba todo lo que le interesaba saber de Jávea. Como es sabido Manuel Fraga Iribarne, fue uno de los políticos más destacados del régimen de Franco. Era catedrático, ocupó varias carteras ministeriales y desempeñó el cargo de embajador en Londres, entre otras actividades, además de  escritor. Entre mi amigo manchego, y Fraga existía un buena amistad, y en una de las visitas que hizo éste a la tienda de calzado, le regaló el libro que acababa de publicar titulado Memoria breve de una vida política, (1980), con la consabida coletilla “¡espero que te guste, ya me darás tu opinión!”. Esta última recomendación al industrial albaceteño le trajo preocupado durante algún tiempo, pues este no era muy aficionado a la lectura y los libros se le caían de las manos, apenas comenzados. Este empresario personificaba, el dicho “Zapatero, a tu zapatos”, porque de  leer, nada. El periódico,  todo lo más. Mi amigo, llegado el verano, metió el libro en la maleta, con  intención de hincarle el diente en su apartamento del Montañar. Pero la galbana del verano y sus ratos en el barco, fueron una montaña difícil de superar. Un día me lo encontré en el Club Náutico, y me dijo un poco apurado,  “¡regreso dentro de una semana a Madrid, y no ha habido forma de echar mano al libro de Fraga! Me voy a ver en un compromiso, cuando venga a la zapatería, y me pida opinión del mismo. Sería una desconsideración decirle que no lo he leído”. Entonces, me hizo la siguiente proposición como buen negociante. “Te regalo el libro, a cambio de que lo leas en una semana, y un día comemos juntos y me cuentas lo  mas interesante, para comentarlo con Fraga, y darle el gusto de haberlo leído, vale?, Pues, por mi vale”. Y así fue, como después de empapármelo,  se lo hice “tragar” a mi amigo, con el mismo  apetito con que estábamos tragando las gambas servidas en la mesa. El libro, de 400 páginas, esta escrito en forma de diario. De Jávea, entresaco lo siguiente: “Sábado, 3 (junio de 1967): viaje a Javea. Inauguro El Tossalet, bella y original urbanización entre naranjos, en la millor terreta del món; obra de una mujer valiente, la riojana Julia Giménez Muro. El ministro de Hacienda, que, veranea allí, inaugura una iglesia modernista, para la que ha ayudado. Toda clase rumores sobre los intereses creados en una urbanización, El Arenal, que tiene la enemiga del pueblo. Franco, embarca en el yate Azor, para pasar una semana por el Mediterráneo”. En otra parte del libro, habla de Mariano Navarro Rubio, “Era, sin duda, una de las figuras importantes del Gobierno; Franco, lo estimaba mucho; él lo sabía, y se engolaba un poco; gran defensor de los intereses y de las gentes del Opus….”En definitiva, el libro de Fraga tiene un valor de testimonio político de una época. Pero su prosa, como diario que es, carece de amenidad y belleza. Todo acabó  bien. El zapatero, satisfecho de “haber leído” a Fraga;  éste contento de “saberse leído” y, yo de quedar “ciego” de marisco. ¿Quién quiere que le lea a este precio?
 

                                                   Mayo 2013

No hay comentarios:

Publicar un comentario