… que relucen
más que el Sol, Jueves Santo, Corpus Christi y La Ascensión ”. El Corpus, era la fiesta mayor, solemne y oficial de los
pueblos. La semana pasada les contaba
que el pintor valenciano Salvador Abril, con motivo de su visita a Jávea en junio de 1915, escribió un
librito Recuerdos de mis excursiones,
en el que Manuel Bas y Julio Cruañes
fueron anfitriones del mismo, y al que hicieron grata su estancia en la villa. La
primera excursión marítima se hizo a la Cova Tallada , en donde el pintor, les dijo a los
excursionistas, que el rey Felipe III, cuyo valido era el Marqués de Denia,
Francisco de Rojas Sandoval, en su viaje de 1599 a dicha ciudad, había
visitado la cueva, y se colocó una inscripción conmemorativa en latín que con
el tiempo ha desaparecido. El pintor llevaba siempre consigo su caja de
pinturas e iba tomando apuntes del paisaje.
La segunda
excursión tuvo como singladura toda la costa, desde el embarcadero del puerto,
hasta la cala de la
Granadella , a base del
esfuerzo de los cuatro remeros. Nada más
doblar el cabo San Martín, y adentrarse en aguas más profundas, se levantó
marejada y el bote, fuertemente impulsado por los remos, tomó rumbo al Sur, y
salvando la isla del Portichol, y el Cabo Negro, se plantaron en aguas del cabo
La Nao , en donde
les esperaban las maravillosas cuevas allí existentes, en las cuales se
adentraron para el placer y gozo de los sentidos. Al salir de las mismas, el
mar agitado y en condiciones desfavorables, daba fuertes bandazos a la barca, que
gracias a la pericia de Toni, como capitán y a los cuatro tripulantes pudieron
salir indemnes de la situación. Julio Cruañes afirmaba “Entre tantos pintores
que he visto trabajar en estas costas, jamás vi ninguno que lo hiciese en estas
condiciones”. Las olas embravecidas –cuenta el pintor- iban en aumento, y Toni aconsejó buscar refugio
para el “Dengue” y sus ocupantes. Lo hicieron en la playa de la Granadella , oculta
entre grandes rocas. Seguros allí, y después del arròs abanda con su indispensable all i oli condimentado por Toni, se echaron una siesta panza al
cielo. Al rato, el mar encalmó y pudieron regresar felizmente, sin los
imprevistos de la mañana. Concluida la
excursión, al día siguiente se celebraba la
fiesta del Corpus. Para mayor
veracidad, reproduzco textualmente los
recuerdos del pintor Salvador Abril sobre la solemnidad de la procesión.
“D. Julio, que siempre se desvivía por
procurarnos amena distracción, nos hizo ir al Casino, donde tomamos café, e
invitándonos a ver la procesión del Corpus, que había de pasar por su casa. Los balcones competían acumulados de macetas
llenas de flores, y engalanados con elegantes colgaduras de ricos damascos, y
los más humildes, con bonitos cubrecamas hechos de punto de gancho por las
habilidosas mocitas, y adornados con cintas de colores vivos…la belleza que
ofrecían aquella pléyade de encantadoras jóvenes que, vestidas con mil galas,
respiraban auras de amor y de contento. Otras, en las grandes rejas de plantas,
departían afanosas con sus arrogantes novios. Llegamos a la calle de Cánovas
(hoy Engrenyò), entramos en la casa de
D. Julio, y saludamos a su cariñosa hermana y demás personas que ya le
esperaban. Nos obsequió éste y pasamos a su despacho donde una descomunal reja
nos separaba de la calle…las campanas alegres amenizaban la fiesta… Lo primero
que desfiló fue la Enramá con sus carros adornados. Pronto se
dejaron oír el tabalet y la dolsaina.
Abría la comitiva una gran bandera, a la que seguían las Hermandades y
Cofradías,…llevaban preciosas imagines…seguía a estas la Cruz parroquial y el Clero,
entre niños vestidos de ángeles…el incienso envuelve el espacio…y cae gran
lluvia de flores sobre el palio que cubre el Santísimo…Siguen los Clavarios,
las Autoridades locales, de la
Marítima y Cuerpo de Carabineros. La Banda ejecuta una majestuosa
marcha de carácter clásico, cerrando el cortejo una Compañía de Carabineros con
el ramito reglamentario del caso, y a continuación van los Alguaciles llevando
los sombreros de las Autoridades y de los representantes del elemento oficial.
Detrás aún sigue una masa compacta de mujeres que, en cumplimiento de promesas
que hicieran, van en su mayoría descalzas. Las campanas lanzadas al vuelo
formaban una armónica confusión con la Marcha Real y las aclamaciones, cánticos y vivas
de la multitud”. Ese era el Corpus de hace cien años.
Mayo 2013
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