domingo, 22 de septiembre de 2013

“TRES DIAS HAY EN EL AÑO…” (1)

… que relucen más que el Sol, Jueves Santo, Corpus Cristi y La Ascensión”, se decía antes. Hoy por razones políticas, estos tres días han dejado de lucir. La fiesta del Corpus, es la fiesta en honor de la Eucaristía. Era la solemnidad del Cuerpo de Cristo, una fiesta instituida en el siglo XIII por el papa Urbano IV, que fijó su celebración el jueves siguiente a la Octava de Pentecostés. Esta fiesta, se celebraba con mucho fervor en todos los pueblos y ciudades de España, pero sobre todo en Toledo, vieja capital imperial,  en la cual, ese día se concentraba el poder eclesiástico, representado por el Primado y el poder político encabezado por el Caudillo Franco, que presidía junto con el Cardenal la solemne procesión del Corpus, cubiertos bajo el palio catedralicio. Toda esta solemnidad religiosa tenía su fundamento en que antes de la promulgación de la Constitución de 1978, el Estado declaró que la Religión Católica, Apostólica y Romana era la oficial del Estado español. A partir de 1978, el Gobierno, al acoplar el calendario laboral y en su condición de aconfesional suprimió esas tres fiestas. El jueves Santo, el Corpus y La Ascensión, la Iglesia los ha trasladado del jueves al domingo siguiente. En estas líneas, quiero reflejar cómo se celebraba en Jávea el Corpus hace cien años. Para ello, me he servido de una publicación, un librito de 38 páginas, Recuerdos de mis excursiones, publicado en 1915 por el pintor de Alcira Salvador Abril Blasco, después de la visita que hizo a esta villa. Este pintor fue contemporáneo de Joaquín Sorolla, pues tenían casi misma edad, nacidos en 1864 y 1863, respectivamente. Más adelante relataré,  la descripción que hace Abril de la procesión del Corpus local.
Hace un par de años, en éstas mismas páginas hice alusión a este tema, pero hoy lo redondearé con otros datos. Este artista alcireño, y un amigo llamado Alfredo, decidieron en el mes de junio de 1915, efectuar una visita a Javea, que no conocían. El viaje lo emprendieron de madrugada en la estación de trenes del Norte, de Valencia. En Carcagente, hicieron trasbordo al ferrocarril de Denia, y se apearon en Vergel para tomar la diligencia que les conduciría a esta villa. A la anochecida, el carromato con sus castigados viajeros hacia su entrada y final de trayecto en la placeta del Convent. Un viaje de sol a sol. Tuvo éste pintor dos anfitriones de reconocido arraigo, que le hicieron grata su estancia en el pueblo. Ellos fueron, un acomodado agricultor, Manuel Bas, cuyo hijo Pedro era discípulo del maestro pintor, y con el tiempo, el alumno fue el padre del bibliófilo e investigador Manuel Bas Carbonell. El otro anfitrión, Julio Truhanes Soler, antepasado mío, era  terrateniente, abogado, y diputado provincial por Denia y Callosa de Censaría, del Partido liberal de Canovas del Castillo. Era soltero, y vivía con su hermana Pura,  en la calle Canovas (hoy barrer Engrenyó).
Tanto Bas, como Cruañes, pusieron todo el empeño por su parte para que la estancia del artista fuera lo más agradable. Así como la visitas de Sorolla, descubridor de la luz y belleza del paraíso javiense, tuvo fases prolongadas, en las cinco ocasiones en que visitó la villa, el pintor Abril, tuvo menos ocasiones. De vez en cuando, ambos pintores eran acogidos por Julio Cruañes, en su casa de la Mesquida de les Pedres, encima del puerto.
Quiero hacer un pequeño resumen del librito Recuerdo de mis excursiones para que vean con que cariño y hospitalidad, Manuel Bas y Julio Cruañes, trataron de agradar al pintor y a su acompañante  en su escapada a esta villa. Al programa de excursiones programado por sus dos anfitriones no le faltaba nada. Para empezar, y  una vez acomodados ambos viajeros en la fonda, Manuel Bas, les obsequió en su casa con una buena cena a base de chulletes y vinet del país, según dice el libro. Fijado el programa y el itinerario a seguir en los próximos días, se fueron a descansar sus fatigados huesos. Este programa tenía la particularidad de dar a conocer a estos forasteros las bellezas del litoral desde una embarcación.  Gracias a la buena amistad y relaciones que tenían ambos personajes de Jávea, un marinero de Triana, llamado Toni, puso a disposición de los mismos su “llaut”, de cuatro remos llamado “Dengue”, con una tripulación de cuatro esforzados hombres encargados de la dura tarea de bogar durante horas, a brazo partido sin ayuda de velas ni motor. La primera excursión marítima se hizo a la Cova Tallada. De ella y de las demás singladuras les hablaré la semana que viene.
                           
                               Mayo 2013

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