La petaca es el
estuche, generalmente de piel para llevar tabaco. También se utiliza la petaca
de metal para contener algún licor. El uso de la petaca como contenedor del
tabaco de fumar (hay tabaco de fumar, de mascar y de inhalar), ha desaparecido
y hoy es un utensilio pasado de moda e histórico. La petaca tenía una
significación social, pues tenía el efecto de llamada o atracción cuando la
misma salía del bolsillo del fumador, y éste anunciaba: “Està bé, anem a
fer-nos un cigarret”. Era un ritual, aceptar la petaca, sacar el librillo de
papel, liar el cigarro, y fumar en grupo. Los hombres de la década de los 40,
siempre llevaban en sus bolsillos la petaca, como elemento integrante de la
personalidad, del mismo modo que la
mujer usa bolso para llevar sus efectos personales. La mayoría de la población
masculina era fumadora, por vicio y por
pasatiempo. No se conocía ni se hablaba
del efecto pernicioso del tabaco, ni existían las campañas disuasorias del abandono
del mismo. Se vivía de espaldas a la
realidad dañina del tabaco. La petaca se llevaba como hoy se lleva el móvil.
Las mujeres, no la manejaban, por razón de que no fumaban tabaco de picadura para
liar, y las pocas que lo hacían no lo hacían en público, pues se consideraba como
vicio varonil. Solo fumaban pitillos americanos de tabaco rubio en reuniones
privadas o familiares y sosteniéndolos con los dedos de la mano derecha. De
igual manera el hombre siempre lo hacía con la mano izquierda.
En aquella sociedad
agrícola, que era la base de la economía local, la `principal ocupación de los
hombres era el trabajo en el campo. Los jornaleros que lo hacían al servicio de
los terratenientes y hacendados lo hacían por “collas”, y su trabajo era duro, ya que las labores de
la tierra había que hacerlas a mano. Ello comprendía, sembrar, plantar, cavar, labrar, regar, y
recolectar, de sol a sol, con frío o calor. De vez en cuando, cuando el
esfuerzo los deslomaba, se tomaban un respiro y un alto en su faena, diciendo:
“Nem a parar, pera beure y fumar”. Después de echar un trago del botijo, se
sentaban en tierra, sacaban sus petacas, liaban el cigarro, lo encendían con el
chisquero de mecha y fumaban placidamente relajando sus castigados riñones. El hombre, que trabajaba en la tierra, al terminar su faena
acudía al hogar donde le esperaba la mujer que como es sabido estaba dedicada a
las labores de la casa y a atender al mismo, del que dependía en muchos
aspectos. Su oficio se conocía “como sus labores”. Los maridos en su natural
tendencia a relacionarse después de la soledad campestre, lo hacían en los
bares y casinos alternando la conversación con el juego de cartas. Disfrutaban
su tiempo libre echando partidas al tute, a la brisca o el dominó, en medio de
grandes voces cuando se cosechaban
triunfos o se recriminaban las malas jugadas. Los que no participaban en el
juego, se arremolinaban alrededor del mostrador o se aglomeraban en la puerta
en animada charla. Se les veía en los bares más concurridos de entonces, como el Bar “El Noy”, el Imperial, el “Perol”, de Torres , el Sindicat y otros…Como
esta alternancia se hacía a base de corrillos, cuando alguien echaba mano a la
petaca, era norma que el que invitaba daba a pasar la petaca al grupo, y se fumara
en comandita. En la época de las distintas “collites” de cultivos, los
corredores se pateaban los bares tratando de comprar cosechas para los
almacenistas. Era frecuente oír en los
corrillos de hombres, preguntar a estos
corredores, “a com pagueu”, y si había
conformidad en la oferta y demanda, se cerraba el contrato verbal con la firma
y rúbrica de un apretón de manos. Fumar agrupados tenía el efecto de la buena
armonía y recordaba a los indios del
oeste americano, fumando la pipa de la paz, con los blancos. Esta práctica de
hacerlo en sociedad, aglutinaba a la gente y hacía que un misterioso manto de solidaridad
uniera a los fumadores.
La petaca era
utilizada para tabaco de “picadura” que venía apretujado en cajetillas
conocidas como el “cuarterón”. Hoy el tabaco que se lía es de hebra. La mujer,
en éste vicio, ha evolucionado igual que
el hombre. Este ya no usa la petaca, pero ella, ha hecho del bolso su petaca,
en donde aparece el tabaco, el librillo de papel y el encendedor. La mujer así
lo quiere y está en su derecho.
Mayo 2013
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