domingo, 22 de septiembre de 2013

LA PETACA

La petaca es el estuche, generalmente de piel para llevar tabaco. También se utiliza la petaca de metal para contener algún licor. El uso de la petaca como contenedor del tabaco de fumar (hay tabaco de fumar, de mascar y de inhalar), ha desaparecido y hoy es un utensilio pasado de moda e histórico. La petaca tenía una significación social, pues tenía el efecto de llamada o atracción cuando la misma salía del bolsillo del fumador, y éste anunciaba: “Està bé, anem a fer-nos un cigarret”. Era un ritual, aceptar la petaca, sacar el librillo de papel, liar el cigarro, y fumar en grupo. Los hombres de la década de los 40, siempre llevaban en sus bolsillos la petaca, como elemento integrante de la personalidad,  del mismo modo que la mujer usa bolso para llevar sus efectos personales. La mayoría de la población masculina era fumadora,  por vicio y por pasatiempo.  No se conocía ni se hablaba del efecto pernicioso del tabaco, ni existían las campañas disuasorias del abandono del mismo.  Se vivía de espaldas a la realidad dañina del tabaco. La petaca se llevaba como hoy se lleva el móvil. Las mujeres, no la  manejaban, por razón  de que no fumaban tabaco de picadura para liar, y las pocas que lo hacían no lo hacían en público, pues se consideraba como vicio varonil. Solo fumaban pitillos americanos de tabaco rubio en reuniones privadas o familiares y sosteniéndolos con los dedos de la mano derecha. De igual manera el hombre siempre lo hacía con la mano izquierda.

En aquella sociedad agrícola, que era la base de la economía local, la `principal ocupación de los hombres era el trabajo en el campo. Los jornaleros que lo hacían al servicio de los terratenientes y hacendados lo hacían por “collas”,  y su trabajo era duro, ya que las labores de la tierra había que hacerlas a mano. Ello comprendía,  sembrar, plantar, cavar, labrar, regar, y recolectar, de sol a sol, con frío o calor. De vez en cuando, cuando el esfuerzo los deslomaba, se tomaban un respiro y un alto en su faena, diciendo: “Nem a parar, pera beure y fumar”. Después de echar un trago del botijo, se sentaban en tierra, sacaban sus petacas, liaban el cigarro, lo encendían con el chisquero de mecha y fumaban placidamente relajando sus castigados riñones. El hombre,  que trabajaba en la tierra, al terminar su faena acudía al hogar donde le esperaba la mujer que como es sabido estaba dedicada a las labores de la casa y a atender al mismo, del que dependía en muchos aspectos. Su oficio se conocía “como sus labores”. Los maridos en su natural tendencia a relacionarse después de la soledad campestre, lo hacían en los bares y casinos alternando la conversación con el juego de cartas. Disfrutaban su tiempo libre echando partidas al tute, a la brisca o el dominó, en medio de grandes voces  cuando se cosechaban triunfos o se recriminaban las malas jugadas. Los que no participaban en el juego, se arremolinaban alrededor del mostrador o se aglomeraban en la puerta en animada charla. Se les veía en los bares más concurridos de  entonces, como el   Bar “El Noy”, el Imperial,  el “Perol”, de Torres , el Sindicat y otros…Como esta alternancia se hacía a base de corrillos, cuando alguien echaba mano a la petaca, era norma que el que invitaba  daba a pasar la petaca al grupo, y se fumara en comandita. En la época de las distintas “collites” de cultivos, los corredores se pateaban los bares tratando de comprar cosechas para los almacenistas.  Era frecuente oír en los corrillos de hombres,  preguntar a estos corredores, “a com  pagueu”, y si había conformidad en la oferta y demanda, se cerraba el contrato verbal con la firma y rúbrica de un apretón de manos. Fumar agrupados tenía el efecto de la buena armonía y recordaba a los indios  del oeste americano, fumando la pipa de la paz, con los blancos. Esta práctica de hacerlo en sociedad, aglutinaba a la gente y hacía que un misterioso manto de solidaridad uniera a los fumadores.

La petaca era utilizada para tabaco de “picadura” que venía apretujado en cajetillas conocidas como el “cuarterón”. Hoy el tabaco que se lía es de hebra. La mujer, en éste  vicio, ha evolucionado igual que el hombre. Este ya no usa la petaca, pero ella, ha hecho del bolso su petaca, en donde aparece el tabaco, el librillo de papel y el encendedor. La mujer así lo quiere y está en su derecho.


                                               
                                                        Mayo 2013

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